domingo, 24 de julio de 2011

100. Paquito el Chocolatero
 
Cuando quiso sustituir a Rajoy hizo que lo llamaran Paco, luego, un amiguito del alma más tarde, se refugió en el regionalismo y pidió que se dirigieran a él como Françesc. Hoy prefieren que le llamen Francisco y puede que en un futuro cercano insista en recordarnos su segundo nombre: Enrique; cualquier estratagema, por burda que sea, le vale a Camps para tratar de confundirnos.
Francisco, al fin y al cabo, ha dimitido al sentirse solo y desamparado, sin que su amigo Mariano esté delante, detrás o al lado. Ha sido una putada, pero ahora que lo pienso Rajoy nunca fue su amiguito del alma. Otro que sí debió serlo o al menos estar muy cerca de su corazón fue Ricardo Costa, el que mejor ha comprendido la manera de ser del molt honorable bribón; Costa sí que ha actuado como un amigo conocedor del paño que se gastaba: “Firma tú primero que luego voy yo”: aleccionador… y exitoso, en vista de los acontecimientos y de cómo Paquito amagó todo el día con presentarse en la sede del Tribunal Superior de Justicia de Valencia, para dejar finalmente tirados a Bertoret y a Víctor Campos. Al tipo no le importa traicionar hasta el último segundo y luego interpretar una pantomima en la que todavía tuvo los santos cojones de declararse inocente. El patetismo de su dimisión ha sido congruente con el personaje. Muchos de los que siguen en la vida a gente como Camps deberían sacar alguna conclusión de este episodio, de la factura que uno tiene que pagar cuando elige al amiguito equivocado.
No obstante y a pesar de las dudas que ha suscitado su salud mental, su equilibrio sicológico, hay que reconocerle a Paco que conoce bien a su pueblo, a los que le han dado por tercera vez consecutiva la mayoría absoluta en las elecciones autonómicas. No está loco Camps, es un cobardón, un mentiroso y un traidor infinito, sin escrúpulos, pero sabe que esa manera de ser, aquí, en su reino valenciano, da frutos. Y no sólo a los políticos.
Es verdad que gente como Francisco Enrique pululan por toda España (y por Europa, y el mundo…), y ganan elecciones allí donde se presentan, pero también es verdad que, al menos en nuestro país, ha sido en la Comunidad Valenciana donde se ha alcanzado el culmen del despropósito.
También hace bien en albergar esperanzas, en luchar por su honorabilidad a sabiendas de que lo va a juzgar un jurado popular, formado, en definitiva, por votantes. Sí, puede tener mala suerte y que le toquen todos del Bloc o del PSOE, pero siendo fieles a la estadística, lo normal es que lo juzguen más peperos valencianos que otra cosa. Y los suyos van a ser comprensivos con él hasta el final. Además, seguramente sea lo más justo; en definitiva, una democracia consiste en eso, en que los ciudadanos ejerzan también su responsabilidad como tales, y puedan exonerar a Curro Camps de un delito que sí ha cometido (al menos su abogado llegó a presentar un escrito donde el molt honorable pirata reconocía su culpabilidad. Cierto es que nunca llegó a firmar el papelito, como bien sospechaba Ricardo Costa). Ejercer la responsabilidad como ciudadanos… y acatar las consecuencias, aunque esta segunda parte mole menos.
No obstante y a la espera del juicio, hay que reconocer para la tranquilidad de los demócratas que se ha ganado una batalla a la corrupción política; alguien, por fin, le dijo al personaje que las Fallas habían acabado y que no podía seguir con la música puesta. Paquito el Chocolatero confía en su suerte y en su partido para salvarse el culo (sólo tiene 48 años, puede llegar a ser ministro perfectamente). Yo prefiero no confiar en nada y observar, sacar conclusiones y escribir… pero habrá que disfrutar del momento por corto que sea.
Chao, Paquito, demasiado enchufe en la vida te ha cortocircuitado, dale recuerdos de mi parte a Jack Sparrow y los piratas de La Perla Negra.
  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Fransisco" ha tenido que dimitir pero sigue siendo muy honorable. Viva er vino y las mujeres.
Felicidades por tu artículo número 100.

Ricardo Montes de Oca dijo...

Muchas gracias, querid@ anónim@, vuestros comentarios son la sal de este blog, el azúcar o sacarina de mi desayuno: algo indispensable.