sábado, 6 de febrero de 2010

26. La vaca que se quedó sin leche por los mamones de siempre


No me gusta amenazar en vano porque después no me toman en serio, así que me quedan un buen puñado de artículos generados por mis columnas anteriores. Ya te dije en octubre que te contaría este cuento y aunque las niñas Clara y Lucía siguen siendo muy niñas para escucharlo, no voy a tardar mucho en narrarles uno parecido en la que cambie la palabra mamones por chupadores o chupones… o chupópteros, a la que tan aficionado era el Míster Importante García.
Resulta que había una vaca hermosa en un prado verde, tipo postal suiza pero sin el chocolate Milka. La entrañable vaca ni olía a mierda ni tenía el rabo lleno de moscas, era de una blancura saludable, con manchas rojizas y marrones, y le colgaban unas generosas ubres, que por su aspecto sonrosado y textura firme, debían contener la más rica leche que labriego o diputado alguno hubiese probado en vida. Era una leche de anuncio, de la que te deja el bigote lleno de nata, que no produce mocos a los alérgicos y que sabe a colacao con azúcar para quienes detestan el sabor de la leche sola. Y aunque no estuviera pasteurizada y la ordeñase un tipo con un cubo metálico, aquello le confería todavía más autenticidad, mayor realismo: la leche tenía que saber a gloria bendita.
Para completar la postal, la vaca lucía una hermosa sonrisa de felicidad (sin tener al torito detrás… este comentario no se lo cuento a la niñas, tranquila, Susana), dispuesta a ofrecer la leche de sus ubres a los sedientos caminantes que paseaban por el idílico campo, en un día cálido de primavera.
Y el caso es que por unos segundos la cosa fue bien, a ver si me entiendes, que no todos eran malos y se apartaban de las ubres de la vaca cuando saciaban su sed, dejando paso al de atrás, e incluso trayendo más hierba para que la vaca pastara tranquila y produjera más alimento. Hasta permitieron que la vaca tuviera sus descansos y durmiera plácidamente en un establo limpio y calentito.
Pero entonces llegó un mamón espabilado y pensó torcido, cosa normal, ¿quién no ha entrado alguna vez en un restaurante y ha sopesado las posibilidades de irse sin pagar? Y el caso es que se enganchó a una ubre y de allí no había quien lo apartara, porque los alegres caminantes creyeron que lo mejor era no molestar al mamón, sino imitarlo, y de un mamón surgieron cien mamones y de ellos brotaron mil más y formaron legión, la Legión de los Primeros Mamones, que habitaron en la tierra mucho antes que los hobbits, Mordor o Superman. En aquella legión había: un mamón que pasaba de los parados; uno que se quería jubilar a los 52, otro que quería que el hijo de su vecino se jubilara a los 67 (aunque sabía que llegaría a los 75 y de becario), un controlador aéreo, un mamón nacionalista, otro de la izquierda, otro de la derecha, uno de centro de toda la vida, otro de centro basculante y uno descentrado que lo centraron a tiempo. También había hembristas mamonas, machistas retrógrados y mamones, los JASM (Jóvenes Aunque Sobradamente Mamones) y un taxista Copero, sin olvidar a los mamones rosas y a los mamones menores. Total, que la Liga se quedó con la vaca.
Pero enfrente se reclutó un ejército de agraviados, los Amamonados, los llamaban, que se levantaban temprano para currar fuerte, que se quejaban cuando tocaba y sin derramar lágrimas, que cuando llegaban a un sitio lo primero que pensaban es: voy hacer las cosas bien, a tratar de aportar algo. Así que hubo una lucha tremenda por la vaca lechera, y aunque eran más los Amamonados, los Mamones eran más poderosos, pero al final llegó el Zorro y ganaron los Amamonados. Y las cosas volvieron a funcionar bien durante otros segundos, pero cuando probaron el sabor de la rica leche, algunos de los Amamonados sacaron a relucir su Mamón Interior y las cosas empezaron a complicarse, con injusticias varias y sinvergonzonerías muchas, y así se volvieron a formar otros dos grupos enfrentados por la vaquita cansada y delgada: los Amamonados frente a los Mamones de Siempre, y esta vez, tras una larga lucha en la que a los buenos –los Amamonados- los ayudó Spiderman, volvieron a ganar. Pero cuando los sedientos y victoriosos guerreros llegaron hasta la vaca, la pobrecita era ya un pellejo macilento, sin salud, sin energía, exhausta, ya no le quedaba ni para la leche frita. Y los Amamonados, dicho desde el cariño, tuvieron que cuidarla nuevamente para que produjera, y tras largos inviernos y duros sacrificios, la vaca comenzó a producir leche, y ya las sonrisas volvían a resurgir con el bigotillo blanco, ya se empezaba a respirar más tranquilo, cuando uno se entretuvo más tiempo del necesario con una ubre, y en vez de reñirlo o castigarlo, el de al lado pensó en hacer lo mismo.
Y colorín colorado, Díaz Ferrán sigue en su sillón sentado.

PD: Puede que Rebelión en la Granja mole más que mi cuento, pero el mío es más corto y se lee antes. Además, George Orwell se está haciendo millonario con Gran Hermano.