sábado, 7 de noviembre de 2009

13. Una extraña mutación

Siempre le he echado la culpa al agua del grifo de la transmisión de pandemias, es decir de enfermedades muy extendidas en una sociedad. Más allá de lo que he podido leer no tengo ninguna otra base científica, también el aire u otros medios pueden ser idóneos para las propagaciones perjudiciales, pero cuando se trata del comportamiento nocivo e imbecilizante del ser humano, ahí acudo al agua como Franco a los masones. ¿Por qué? Coño, por la misma razón que Franco, porque no sé a qué se debe pero sí que jode, y alguna causa me tengo que buscar. Además, si digo el aire yo no podría salvarme, así que supongamos que es el agua, pero también valen los cacahuetes adulterados o la mezcla indiscriminada del nesquik con la cocacola, eso da lo mismo.
El caso es que durante milenios hemos diferenciado a los necios o tontos de los malos. La diferencia fundamental estribaba en el descanso, o sea, que mientras el malo también tiene mujer, hijos e hipoteca y no siempre puede putear, el tonto, lerdo o imbécil molesta hasta cuando está quieto, porque callado seguro que no permanece. Así fue durante años, desde el inicio de los tiempos cuando el hombre y la mujer en vez de ir al Mercadona se cargaban de un leñazo a un venado y asunto concluido. Pero como en las películas de miedo, algo extraño sucedió unos años atrás: tal vez un mosquito, un experimento del doctor Bacterio, algún entresijo de la Cía... yo que sé, el caso es que un tonto se acostó una noche y cuando se levantó por la mañana ya no lo era o no lo era exclusivamente, para ser más claro, de tonto había pasado a convertirse en tontomalo. O sea, que no paraba de incordiar en todo el día y encima, y he aquí el resultado de la mutación, tenía la ambición y el propósito de ser malo. Dañino ya lo era, eso lo da la tontura, pero el propósito malvado, la ambición maléfica, eso es lo que ha adquirido con la mutación. Al revés no ha pasado, es decir, que el malo sigue con sus maldades, pero el necio de toda la vida, a ese no lo busques porque la nueva especie lo ha finiquitado, ahora sólo hay tontosmalos y tontasmalas.
Existe un precedente, un personaje ficticio y de dibujos animados que encarna al tontomalo por excelencia, seguro que se han inspirado en él para crear el virus mutador. Se trata de Pierre Nodoyuna, el tontomalo de Los autos locos, esos dibujitos de carreras de coches en las que Pierre, con su gabardina violeta y mostacho extrafino, se las apañaba para idear alguna maldad que impepinablemente terminaba en fracaso. Siempre sucedía igual, parecía que iba a triunfar valiéndose de la vileza y de las trampas, que iba a obtener su propósito, pero su alma de imbécil y lerdo se rebelaba en el último momento para que Pierre la cagara y le ganara la carrera cualquier otro competidor. Y para que los niños no se confundieran con el tipo de personaje que tenían delante, los inteligentes guionistas de esa magnífica serie de dibujitos idearon a Patán, el perro que acompañaba a Pierre y que se reía una y otra vez de los sonoros fracasos de su amo. No había lugar a dudas: Patán era de los buenos aunque acompañara al malo, porque no solo no le ayudaba sino que se jactaba de su imbecilidad. Eso sí, el perro era un poquito cabrón.
Lo malo es que ahora el mensaje está cambiando y comienzan a premiarse a los tontosmalos, por lo que nuestros infantes no tendrán muy claro si el comportamiento que ven es punible o imitable. Ya no hay un Patán que medie para aclarar que el imbécil, por muy malo que se presente, sigue siendo un imbécil antes que nada, y por lo tanto poco recomendable. Ahora tenemos las televisiones llenas de tontosmalos, que sacan las cámaras a las calles o invitan en sus propios estudios a más tontosmalos, pero ya no sabemos si nos reímos de ellos o con ellos, falta el dedo acusador de Patán que diga: “eres un capullo de índole tremenda”. Y no basta con apagar la tele, porque también la política está llena de tontosmalos, y la judicatura, y la policía, y en realidad todo el sistema ha sufrido en mayor o menor grado el proceso lerdizante que nos convierte de simples tontos en imbéciles y malvados. A estas alturas, si vuelve algún día Patán se le parte la caja torácica de tanto reírse, aunque puede que no, tal vez esté pensando en qué se equivocó para que hoy haya tanto imitador de Pierre Nodoyuna.