domingo, 12 de septiembre de 2010

57. ¿Algo está cambiando?

En realidad no lo creo, pero a veces ocurre que la gente cumple su deber sin que las instituciones del Estado, todas ellas juntas o por separado, traten de destrozar al diligente funcionario o ciudadano que lo hace. O no demasiado, claro. Y no, no me refiero al caso de Mr Neira, el aprendiz de Fittipaldi mamado, encumbrado como héroe nacional por los medios de comunicación y los políticos, hasta que un poli fuera de servicio se topa con él y sus eses por la autovía. Mr Neira achacó su embriaguez –bueno, él decía que no iba borracho- a la mezcla del vino, un medicamento y un licor de café. Tiene razón. Uno de mi pueblo mezcló una lata de cocacola con una botella de ginebra y cuatro pastillas juanolas –el medicamento- y le dio un chungo que casi se muere, y es que, con tanta mezcla, uno no sabe a qué echarle las culpas.
Esta vez fue la mujer del general la que cogió el coche para ir al supermercado a comprar un champú, desmaquillante y mascarilla del pelo –lo dijo ella- y en la rotonda de turno se equivocó y se metió en contra dirección por la autovía. Le puede pasar a cualquiera. La mujer estuvo a punto de chocar contra dos vehículos, y como vio que su seguro le iba a subir mucho por el parte que iba a dar de seguir así, dio la vuelta y comenzó circular adecuadamente como si nada hubiera pasado. Lo veo bien, la cagó, no mató a nadie y salió corriendo. Yo y tú hubiéramos hecho lo mismo. El problema vino por otro poli fuera de servicio y contra el que la tipa estuvo a punto de chocar, y que aprovechó la ocasión para detenerla. Ya sabes lo que ocurrió luego. Cada uno llamó a sus refuerzos y la cosa acabó en una comisaría de policía de Las Palmas de Gran Canaria, con la mujer detenida.
Lo bueno vino después, cuando el marido de ella, el general del Ejército de Tierra, Francisco Martín Alonso, usa toda su influencia en la Guardia Civil para, primero, tratar de que a su esposa no la detengan –condujo más de dos kilómetros en sentido contrario y por una autovía- y, segundo, castigar al imprudente policía que osó detener a la Farruquita despistada. Esto último lo hizo el militar a través de su amigo Miguel Martínez García, general jefe de la Guardia Civil en Canarias, que, en un acto de absoluta torpeza, muy usual en este tipo de gerifaltes, envió a la jefa superior de la Policía Nacional en las islas una carta amenazante para que metiera en cintura al osado policía. Lo de la torpeza es obvio: la carta ha acabado apareciendo en los medios de comunicación (ahí va ese enlace: http://www.publico.es/detalle-imagen/336207/?c=http://www.publico.es/espana/336207/lio/esposa/kamikaze/general) con el membrete oficial del Ministerio del Interior, la firma del general así como su infame y chusca petición de cabeza cortada.
Menos mal que un juez ha condenado a la tiparraca, menos mal que un abogado del Estado ha escrito un informe en el que avala la actuación del policía, menos mal que algunos medios de comunicación han contado lo ocurrido, señalando los nombres, apellidos y cargos de la gentuza de turno que sigue queriendo hacer de España su chiringuito y cortijo particular.
De todos modos, y ahora que lo pienso, voy a escribirle un correo electrónico al general civilero (su correo electrónico puede leerse en la carta publicada) por si en el futuro me meto en un lío. A ver si me da una especie de comodín, un salvoconducto para librarme del castigo cuando delinca, no ante la Policía, claro, pero sí al menos frente a la Guardia Civil y al Ejército.