viernes, 5 de marzo de 2010

30. Amenazan con arreglarlo 
   
No miento si te digo que me gustaría hablar de otros temas, salirme por la tangente y dedicarle la columna a algún actor, película o novela con la que me haya divertido, pero el problema es que no me dejan, es que cuando empiezo a escribir sobre Chazz Palminteri o Un mundo feliz aparece alguna declaración, gesto o imbecilidad de turno que me succiona y ya no puedo ni sé alabar sino criticar y maldecir. La última, como viene siendo habitual, ha sido un nuevo globo sonda de la CEOE –la patronal española- para solucionar la crisis. Ha sido paradigmática, la quintaesencia del pensamiento emprendedor español: un nuevo contrato a los jóvenes, sin derecho a cobrar el paro y otras esclavistas servidumbres. La beca de toda la vida, vamos, pero con otro nombre y mucho más peligrosa, pues como me dijo mi chica, “ahora dirán que se es joven hasta los 40 años”. Así funcionan nuestros empresarios más importantes: entre el Sastrecillo de la Aguja Doblada y el Moroso de los 26,5 millones de euros arreglan el problema del paro ellos solitos. Y además lo hacen al spanish way: o sea, no soluciono nada, contribuyo a empeorarlo y si puedo dejar mierda a las generaciones más jóvenes mejor que mejor, que ni a mis hijos ni nietos les va a molestar. Qué pena que la misma palabra, empresario, defina a esta gentuza y a otros honrados, que no se han beneficiado en su vida de una subvención y que salen a batirse el cobre cada día a las 6 de la mañana. El adjetivo ayuda, pero no es suficiente.
El caso es que los de la CEOE –por cierto, que Díaz Ferrán lleva otro día más sin dimitir y sin que Rajoy diga ni mu, él, que no cejó en pedir la dimisión diariamente de un ministro de justicia por irse a cazar con el juez al que antaño admiraban- no han sido los únicos que amenazan con arreglar la crisis; también llevamos varias amenazas de saneamiento por parte del Gobierno, con su intención de retrasar la jubilación y sus nuevas medidas para fomentar la construcción –¿qué parte de las causas de la crisis no han entendido en Moncloa?-. No hay que extrañarse, antes de 2008 y siendo ya presidente ZP dijo una frase, hoy poco recordada, y que ya entonces me causó perplejidad: “La herencia económica del PP no es mala”.
En esas estábamos cuando aparece una propuesta optimista, la que canalizan las Cámaras de Comercio y su campaña “esto solo lo arreglamos entre todos”, con el apoyo de gente anónima y conocida. Un mensaje coral, optimista, de buen rollito, vamos. Me parece bien. En serio, sin ironía ni sarcasmo, es una muy buena idea, y es lógico que las Cámaras de Comercio se hayan implicado tanto pues saben que ante la amenaza real del paro, lo primero que hace el ciudadano es dejar de consumir. Y tienen razón en querer contagiar el optimismo, y en lanzar otro mensaje alternativo a “la cosa está muy mala”, y de verdad creo, como tú, que de esta salimos, es una actitud encomiable, la de plantar cara a los problemas con una sonrisa en los labios. Pero tengo dos reproches que hacer aquí, entre nosotros. El primero: la palabra todo sobra, pues esto lo vamos a sacar adelante los de siempre, los que curramos bien y nos pagan mal, seamos currantes o empresarios. Díaz Ferrán y el de la Aguja Doblada no arreglan nada, más bien al contrario. En cuanto al segundo punto y más importante: cuando todo esté arreglado, más o menos, cuando la gente empiece a respirar un poco más aliviada y la macroeconomía y la microeconomía coincidan con Saturno y la cosa vaya, por favor, contratad a un tipo pesimista, a uno solo, pero contratadlo, al abogado del diablo, al del gesto torcido, la mirada turbia y la ironía en boca. Al típico cabrón que dice siempre pero. En Anglolandia lo hacen, de verdad, no sé si es una personalidad tipo A, B o Y, pero el caso es que toda estructura humana necesita de un tipo lúcido y un tanto amargado que advierta a los demás que se cuiden porque viene el Coco, porque el Coco, no sólo existe sino que termina llegando por detrás y te la endiña sin vaselina. Tengamos a un pesimista entre nosotros, a alguien que siempre ponga reparos a la felicidad colectiva, porque es el vigía el primero en ver al lobo, a los monstruos o a la punta del iceberg cuando el resto de la tripulación duerme o anda con la risa floja. Otra cosa es que lo escuchemos a tiempo.