sábado, 12 de diciembre de 2009

18. Mafia rosa

Supongo que queda mejor cuando hay una historia detrás de un mafioso o un perdonavidas, algo que justifique o por lo menos explique su pasión por el matonismo y los excesos. Lo comprobamos en el cine, la literatura y en las series de televisión, hasta los jueces y los sicólogos se preguntan por qué, qué llevó a tal individuo a convertirse en un asesino, violador o pandillero de la ESO. Tiene su lado racional y práctico, no lo dudo, identifican pautas de riesgo que pueden llevar a otras personas a repetir sus malos pasos: si erradicamos o compensamos lo que corrompe, tendremos a ciudadanos ejemplares; o por lo menos decentes. Pero el caso es que en las mismas circunstancias unos salen doblados y otros rectos, del mismo abono brotan seres respetables y auténticos cabrones desalmados, de ahí que me guste darle a estos factores ambientales su justa importancia: una generosa cuarta parte. El otro 75 por ciento depende de lo que decidió el individuo, de si quiso paz o endiablada guerra; si estudiar o trabajar, o por el contrario traficar con drogas y armas; si trató de aportar sus ilusiones y esfuerzos o quiso quedarse con vidas y riquezas de las que no era digno ni le pertenecían. Por eso no voy a demorarme mucho en si a los presentadores y tertulianos de los programas de cotilleo les insultaron mucho durante su infancia o en el instituto. En si sus padres fueron comprensivos con su homosexualidad o si sus primeros jefes los vejaron por tener la nariz grande, el acento diferente o la vestimenta inapropiada. No soy insensible, uso mi empatía con quienes la merecen. Con ellos no. Ni con ellas. Ni con los presentadores ni los productores, con ninguno me muestro condescendiente, todos ellos forman parte de una gama de mierdas que va desde el mierda flojito hasta el mierda oscuro. Ninguna vejación pasada justifica su comportamiento infame. Es más, si me apuras y me pillas con el día girado, no salvo ni al público que los ve.
Esta mafia rosa ha crecido por todo el país, tiene a sus capos que no solemos ver por la tele, pero sí a sus lugartenientes o consejeros, que son quienes presentan; a sus innumerables subjefes –los tertulianos- y por supuesto a los matones de siempre, a los machaca que van con una cámara y un micrófono a acosar, insultar y hasta golpear al famosillo o no de turno. Luego, van escalando en la jerarquía. Mienten, difaman, inventan, se juntan y se reproducen entre ellos, y crean un caldo de cultivo embrutecedor que afecta a toda la ciudadanía. Y casi me atrevo a decir en los días fáciles que cada uno vea lo que quiera, que hay que ser tolerante y esas cosas que nos enseñaban en Barrio Sésamo y ahora los Lunnis, supongo. Pero es que al final esto te afecta, y si la mayoría piensa y opina más sobre la vida inventada de esta pandilla de tarados que sobre las pensiones, los derechos laborales o la reforma de la ley electoral, resulta que tú y yo también entramos en el saco de los jodidos por los Míster Importantes de turno, por otras mafias más peligrosas que la rosa que son las que nos meten los sueldos de 600 euros, las hipotecas de 40 años, los hechos diferenciales y lo políticamente correcto. Y sin vaselina ni anestesia, por cierto, que los otros por lo menos están viendo el Mayonesa Rosa o Fulanos contra menganas. ¿Cómo con unos ciudadanos distraídos por majaderos se va a aprobar en España una ley racional que grave con impuestos los sueldos estratosféricos de grandes banqueros y ejecutivos? ¿Para cuándo una reforma de la Administración Pública que nos traiga a más médicos y a menos celadores; a más especialistas y a menos auxiliares administrativos; o que permitan echar a un funcionario incompetente sin que un juez lo tenga que sentenciar primero? ¿Estamos de verdad interesados en esos temas relevantes, o nos interesa más la vida de estos golfos y golfas, protagonistas u opinadotes?
Aquí copiamos y mal lo que ya han aprobado en Anglolandia, y conseguimos un resultado diferente y peor; el habitual, vamos: que las nuevas normas se las sigan saltando los de siempre. Y es verdad, no tienen toda la culpa esos mafiosos rosas que atarugan al personal mientras otros nos roban el alma y el poco cerebro; los hay peores, hay quienes se visten de serios y luego premian la actitud y el trabajo del mafioso dándole un premio Ondas.