sábado, 29 de mayo de 2010

42. Manual del sometimiento

Lo primero de todo es acojonarlos, Junior, porque así funcionan las cosas. ¿Es que te crees que el liderazgo se ejerce de otra manera? La excelencia en el trato es una imbecilidad, mariconadas para tiempos de paz. El miedo funciona siempre, así que si tienes una herramienta que sirve para todo nunca prescindas de ella y cuídala como si se tratase de tus propios huevos. Diles que viene el lobo, diles que van a morir, que perderán sus puestos de trabajo, sus pensiones y una cama en el hospital más cercano. Diles que sus hijos van a estudiar en un colegio público de mierda donde les van a partir las caras y les van a pegar el paludismo, y diles que no piensen en jubilarse antes de los 70 años si no quieren pedir en la calle. Háblales de que la democracia sin capital es insostenible, de que tienen que trabajar más horas y cobrarlas más baratas, diles que si los ricos pagan el país se arruina, que si un banco cae, adiós al sistema financiero. Y cuando los clubes de fútbol se vayan al carajo por sus deudas, diles también que toda la economía española y europea van a colapsar, como en Grecia. Díselo y que se enteren, y cuando huelan a mierda porque estén cagados hasta las trancas, cuando piensen en la economía del país sin tener ni puta idea de micro o macroeconomía, de balanzas comerciales ni de política fiscal, cuando a sus problemas diarios les sumes el del destino del país, cuando ellos piensen en lo que tú quieres que piensen, estén de acuerdo o no, entonces y no antes, diles con el gesto contrito y con la mirada de cabrón que tan bien has ensayado, diles que tú puedes salvarlos si obedecen. Entonces serán tuyos, hijo mío, porque a la gente no hay más que acojonarla de verdad para que ellos mismos se bajen los pantalones y preparen sus culos para la embestida. El miedo es el factor esencial para someterlos, es la base de nuestro manual; lo aprendimos de la religión.
A los que disientan, a los primeros que protesten llámalos enemigos, irresponsables, colaboradores del caos, cúlpales de todo, de la crisis y de que se acaben las palomitas de maíz. Verás cómo sus propios iguales son los primeros en despedazarlos sin que tú te arrugues la camisa. Salva a unos cuantos de ellos, se convertirán en conversos para protegerse y serán tus más eficaces colaboradores: unos fanáticos cuyo brutal comportamiento te harán a ti bueno frente a los demás.
Aquí estamos para lo que estamos, que es ganar, y si no ganas por lo menos no pierdas demasiado, para que sean ellos los que paguen y curren. No te preocupes por lo de las rentas altas, porque lo del chico de las cejas alzadas ha sido un brindis al sol, eso va a durar menos que el cheque bebé. El dinero tiene que estar concentrado en unas pocas manos, en unos pocos sectores, lo demás son paparruchadas. Fíjate en Asia, en China, por ejemplo. No tenemos su empuje porque la gente no quiere trabajar como los chinos, pero lo harán, no te preocupes, echarán más horas porque habrá escasez de puestos de trabajo y la productividad crecerá a chasquido de látigo. Si no quieren currar que se larguen, si se les ocurre pedir dos cifras por hora trabajada, a la puta calle. Y si el país tiene la osadía de elegir a la persona equivocada, recogemos nuestros billetes y nos vamos a Andorra, a Gibraltar, a la City o a Suiza, o a cualquier país civilizado donde a los amos del cotarro se nos trate como merecemos. Somos los Másters del Universo, chaval, y esta crisis te va a venir de puta madre porque vas a saber cómo funciona el miedo en una sociedad: es como si fuera la guerra pero sin mancharte de sangre, o no demasiado. Y si por casualidad detectas a algún optimista entre sus filas, a otra Susan George, a alguien que adopte otro discurso y ofrezca luz entre tinieblas, esperanza y valor frente al miedo, ve a por él o a por ella y machácalos. No podemos permitirnos a gente con sentido común, no podemos consentir que nos pongan puertas ni aranceles. La política debe estar a nuestro servicio y no al revés. No somos el puto mercado, somos los amos del mundo y ponemos las reglas. Y cuando Roma haya ardido seremos nosotros los que embauquemos a los bárbaros y les vendamos las cenizas de la civilización.
Un abrazo, Junior, seguimos en contacto.