sábado, 13 de febrero de 2010

27. El graznido justo

Nunca fue santo de mi devoción, ni por las formas ni por el contenido, no me gustó Pedro Pacheco, alcalde de Jérez de la Frontera desde 1979 hasta 2003, y uno de los líderes políticos más relevantes del Partido Andalucista, aunque ya no, fundó otro partido. Pero a veces ocurre que la gente a la que uno no aprecia demasiado dice la frase exacta, la palabra precisa, la idea concreta. La suya fue: “La Justicia en España es un cachondeo”. Lo dijo tras recibir un telegrama de la Audiencia Territorial de Sevilla que paralizaba la orden municipal de derribar unas viviendas ilegales en Jérez. Ya habían derruido unas cuantas pero… ¿a que no sabes a quién le estaban a punto de echar abajo el chalé? Efectivamente, al otrora terror de las nenas, al mismísimo Bertín Osborne. El alcalde obedeció, pero criticó la medida con su afortunada locución, y eso le valió una condena por desacato, lo que, por cierto, no le restó credibilidad en absoluto a lo que decía, más bien al contrario, aunque cabría matizar: “La Justicia en España en un cachondeo taco de serio”. Taco significa mucho.
Es curioso cómo el Poder Judicial se defiende mejor que ninguna otra institución de la libertad de expresión. Uno puede meterse con los políticos y con la política en general sin temer nada, y en cambio, cada vez que le toca las togas a sus señorías, éstas echan manos de sentencias y le amargan la existencia al opinante. A menos que seas Juan Luis Cebrián, Pedro J. Ramírez o cualquier otro Míster Importante de los medios de comunicación, claro; a estos se les permite casi todo.
Supongo que la excusa oficial de los jueces es que actúan así para defender la institución, aunque desde un punto de vista racional –aguántate la carcajada-, una institución que no reconoce su capacidad de cometer errores ni la libertad de otros para criticarlos es, sencillamente, indefendible. Este argumento público explica también el terrible corporativismo de la judicatura nacional. Recuerdo el caso de un juez, hará unos años, que dejó en libertad provisional a un narco que terminó fugándose. El prófugo era tan de fiar como un terrorista yihadista en una central nuclear. Mientras que todos nos echábamos las manos a la cabeza, el juez recibió el apoyo incondicional de sus compañeros: conservadores y progresistas. ¿Incompetencia, de verdad que aquello fue sólo incompetencia o hubo untamiento de nocilla? Lo que me lleva a otra pregunta que me aterra más todavía: ¿qué habrán hecho jueces como Lluís Pascual Estivill para estar en la cárcel? Ya conozco las razones oficiales, pero, visto lo visto, ¿eso fue todo?
Estas reflexiones vienen al caso por dos sucesos judiciales bastante relevantes que han ocurrido recientemente en España. El primero fue la absolución de siete narcotraficantes por la Audiencia de Valencia al considerar ilícitas las intervenciones telefónicas que probaron sus delitos –introdujeron 112 paquetes de cocaína por el Puerto de Valencia-. Repito: ¿sólo incompetencia?
El segundo ha sido la cacería contra Garzón. Van a por él, no es la primera vez, pero sí cuando más cerca están de inhabilitarlo. Al parecer no perdonan que el hijo de un obrero llegue por méritos propios a la Audiencia Nacional, no como juez, se entiende, y menos aún que sea extravertido, judicialmente hablando. Lo alabaron cuando metió en la cárcel a Vera y a Barrionuevo, pero cuando dijo el “No a la guerra” ya no fue tan guay, y tampoco antes, cuando ordenó el apresamiento de Pinochet, y mucho menos en la actualidad, con su instrucción de la trama Gürtel. Ahí fue cuando la derecha dijo: “Hasta aquí has llegado, Baltasar”. Ahora quieren quitarle la toga por aportar un poco de luz a las vergüenzas del franquismo, por los que murieron durante la Guerra Civil pero que el dictador Franco y sus secuaces consideraron más oportuno dejarlos donde cayeron… o donde los metieron. En la cuneta, en el olivar o en el Valle de los Caídos.
Ya le buscaron las cosquillas al juez por ganar dinero en Estados Unidos; se ve que si no te paga el grupo Murdoch, Berlusconi o los que juegan al pádel con Ánsar, el dinero que ganas no es el apropiado.
En fin, para uno que se atreve a graznar justamente, va a tener que vérselas con otros pájaros de peor agüero.