domingo, 20 de febrero de 2011

79. Los guardianes
 
-Ese ciudadano que pasa frente a nosotros y pisa la mierda de perro despotrica contra el país y sus instituciones, contra los políticos, el ayuntamiento, los poderes fácticos y económicos, la Corona, la Constitución Española de 1978 y la madre que parió al perro y a su dueño. Y todo por una mierda aplastada entre el asfalto y la suela de su zapato derecho, quién diría que sólo ha sido por eso; la ira lo embarga y su rostro enrojece. ¿Ves lo que te digo?
-No.
-Un ciudadano que se preocupa por la suciedad de sus calles es la muestra más palpable de que vivimos en un país desarrollado y civilizado. Hace unas décadas no miraban tanto al suelo, no buscaban la papelera torcida o la farola apagada, eran otras las preocupaciones. Es lo que pasa ahora en el mundo árabe, lo que ha ocurrido en Túnez y Egipto: la gente de aquí luchaba entonces por su libertad.
-Siguen los problemas: hay paro, descrédito hacia las instituciones, pesimismo y miedo. No creo que estuvieran tan de acuerdo contigo, aunque yo sí sepa ver por dónde vas y hasta pueda aceptar tus argumentos.
-Hace falta perspectiva, acuérdate de lo que pasó hace 30 años, el lunes, aquel loco del bigote y los seis autobuses escolares llenos de guardias civiles. La toma del edificio, los tiros, la brutalidad y la barbarie contra la civilización. ¿Cuánto tiempo estuvieron aquí dentro? ¿18 horas? No recuerdo durante aquel día a nadie que se quejara por pisar una mierda de perro. Y seguramente se pisaron más que ahora.
-Aquel día las prioridades fueron otras.
-Y los problemas. No sólo era la suerte de los diputados, ni los tanques por las calles de Valencia, ni los militares que salieron por Madrid y llegaron hasta el Congreso para luego retirarse de nuevo. Los ciudadanos temieron por sus vidas, por el desmoronamiento de la convivencia, por la posible llegada de unos tiempos más atroces y salvajes. Ahora llevan más de 70 años sin matarse entre ellos, al menos a gran escala, y casi 34 de democracia. Perspectiva. Aquel día la tuvieron, fíjate, y no porque fueran más listos o estuvieron mejor informados. Vieron el desastre cruzando el umbral de sus vidas, adivinaron la intención de algunos de perpetuar la infamia y la ignominia, de cerrar el paréntesis que se abrió en junio de 1977. Los más viejos se acordaron del 36 y los más jóvenes de lo que sus padres le contaron de aquel año.
-No todos se asustaron. Algunos se alegraron, se reunieron, elaboraron listas negras y jugaron a ser poderosos y despiadados.
-No hay evolución sin confrontación, aunque sea civilizada. En toda historia hay tesis y antítesis, buenos, malos y regulares.
-Y malos y menos malos, o malos y peores.
-Sí… siempre hay algunos malos preferibles a otros. Pero también hubo buenos, tipos que se la jugaron literalmente: el presidente que se marchaba, Suárez, y el general, aquel hombre delgado y pequeño, Gutiérrez Mellado. ¿Viste las imágenes? No pudieron ni tirarlo al suelo.
-Sí, las vi, siempre me gustaron aquellos dos, daban prestigio al Congreso de los Diputados, como nosotros.
-¡Ja, ja, ja! Sí, sí, qué bueno… fíjate lo importante que somos que llevamos aquí desde 1872 y todavía no nos han dejado entrar por las puertas… ¡ja, ja, ja!
El policía nacional de guardia en las puertas del Palacio de las Cortes se giró hacia su derecha y observó una vez más al león de bronce. Juraría que había escuchado una risa un tanto gutural, “la risa de un león, si uno pudiera reírse”, pensó. Se giró de nuevo y anduvo unos pasos hacia el otro león. “Míralo, el hijoputa parece que también se estuviera riendo”.