jueves, 2 de julio de 2015

Grecia

“Ojo, que las urnas son peligrosas”
Isabel García Tejerina, ministra española de Agricultura
“Cada uno de los españoles tiene una deuda personal con Rajoy”
La misma
Supongo que cuando los griegos votaron por Syriza en las pasadas elecciones generales buscaban una alternativa, otra forma de hacer las cosas. Hasta entonces, ni los socialistas ni los conservadores helenos habían solucionado el desastre griego, es más, fueron los máximos responsables del mismo. Así que pedirle a Tsipras o a Varoufakis que saquen ahora la varita mágica de Harry Potter y salven a Grecia del colapso financiero me parece oportunista. Y más si en contra tienen al FMI y a Alemania.
El referéndum griego es de una lógica aplastante. A nivel táctico, si sale el “no” (los griegos rechazan las condiciones de los acreedores), le da más fuerza y  argumentos a Tsipras en las futuras negociaciones para conseguir unas condiciones más favorables. “Los ciudadanos griegos tampoco quieren este acuerdo”. Eso tiene más poder que todas las opiniones públicas (publicadas, más bien, y manipuladas, también) de Alemania y del establishment de Bruselas, que bendicen la propuesta de los acreedores. Los ciudadanos griegos dicen no frente a los gobernantes y medios de comunicación europeos.

A nivel estratégico es incluso más importante por lo que entraña. Cuando al líder de un pueblo no se le da otra alternativa que aceptar el trágala de sus vecinos poderosos, aún queda una última opción: llamar a su pueblo a filas. Contarle la verdad, lo que los otros pretenden y lo que conllevaría aceptarlo. Y después pedirle coraje y apoyo para enfrentarse al poderoso. A eso se le llama valor, y es profundamente contagioso. Y por cierto, es lo que más temen frau Merkel y compañía, porque si los griegos rechazan sus condiciones, si después de vivir en un estado de tensión constante en el que solo pueden sacar 60 euros al día de los cajeros y aun así dicen que no,  muchos ciudadanos europeos vamos a admirar la valentía de los griegos. Y justo después, un segundo más tarde, comprenderemos que nuestros gobiernos deben representar a los ciudadanos, no a los banqueros, y que si Merkel y el resto de la comparsa no quieren hacerlo, tendremos que buscar a otros políticos que sí lo hagan.