domingo, 22 de agosto de 2010

54. El impermeable de Schröder

Vale, sé que hace calor y que estás sudando como un caballo pero olvídate por un momento de todo, cierra los ojos –bueno, no del todo que has de seguir leyendo- y vente conmigo para darnos una vuelta por nuestra historia reciente. Estamos en Alemania, año 2002, agosto. Huele a hierba, sientes la brisa del campo en la cara. No, no hace calor, como sé que tienes los ojos entornados te aclaro que esas gotas frías de tu cuello las produce la lluvia. ¿La sientes? Gira el cuello y levanta la cara. Ya está. ¿Mejor? ¿Más fresco? Hace un momento el cielo estaba despejado, de hecho todavía puedes ver el sol entre esas nubes; no me digas que no te gusta ver una tarde así en vacaciones. Una tormenta de verano.
Ahora que tienes la cara, el cuello y el pelo empapados por la lluvia, ahora que estás fresco y te sientes mejor, sigue otro rato conmigo y no te asustes, ya no vas a mojarte más pero sí que vas a ver cómo las cosas se complican un poco para la gente de ahí abajo. ¿Ves? Ahora miramos las cosas desde el cielo, así la perspectiva es mucho mejor. Esa lluvia que ha calmado tus calores y que ahora cae a tierra traspasándonos se está acumulando. No, no es lo peor, mira arriba; asusta, ¿verdad? La cosa se está poniendo chunga y más que se va a poner cuando esos nubarrones de ahí empiecen a descargar, y, créeme, de aquí a unas horas va a llover tanto que ni a Noé le gustaría quedarse aquí.
Tranquilo, no puedes hacer nada, ya ha pasado, ocurrió hace 8 años, y no sólo en Alemania, sino que en toda Europa central llovió de mala manera. Ya sé que todos los veranos ocurre lo mismo, este incluido (en España, pero también y otra vez en Europa central, Pakistán…). Pero estamos en 2002 y está cayendo la de Dios es Cristo. Esas casas inundadas, esas calles que parecen canales de Venecia van a dejar un total de 21 muertos sólo en Alemania. Acojona, ¿verdad? Un país tan desarrollado y ordenado, con esa capacidad de organización, con toda su tecnología y su envidiable voluntad férrea, de pueblo unido en la victoria y en la derrota… pues sí, hijo, ni con todo eso van a poder evitar que 21 personas la palmen. No hace falta que te imagines lo que hubiera ocurrido en otro país menos desarrollado, cuando en vez de decenas de muertos hablamos de centenares y de miles.
Bien, ahora que ya has visto todo eso, quiero que te fijes en el grupo de ahí abajo, ¿ves a esos tíos? ¿Ves al de las botas catiuscas amarillas? Fíjate en el tipo que camina a su lado. ¿No te suena la cara del hombre del impermeable verde? No lleva botas, sino zapatos, pantalón de pinzas y camisa blanca reluciente, pero se está calando hasta los huesos, debe llevar barro hasta los calzoncillos. No, no es un bombero, ni un policía ni un alcalde; es el jefe. Sí, premio, es Gerhard Schröder, el presidente de Alemania. Tiene unas elecciones en septiembre que según todas las encuestas va a perder, pero es el líder político de toda esa gente, de todo el país. Ha interrumpido sus vacaciones, ha cogido un avión, le han dado un impermeable verde -de esos que reparte el ejército- y con sus zapatos de oficina está pisando el barro y la mierda. No es que vaya a salvar a nadie de ahogarse, no va a coger una pala y va a construir un dique improvisado para parar al río que se desborda, pero está ahí, al lado de quienes hacen esas cosas, les infunde confianza, coherencia, orgullo. Si este, que es presidente, se está mojando igual que yo, que no lo soy, voy a dejarme la vida para frenar el agua, para evacuar a los afectados, para salvar vidas. Así suelen funcionar las cosas. Dar ejemplo,
Al final Schröder ganó las elecciones al mes siguiente, y durante otros cuatro años fue presidente gracias a aquellas imágenes que se vieron por todo el mundo. Puedes pensar que es injusto que un tipo gane las elecciones por algo así, pero el pueblo alemán tuvo en cuenta que su rival, Edmun Stoiber, ni siquiera interrumpió las vacaciones cuando ocurrió el desastre. No sé, no han elegido siempre al mejor líder, pero en 2002 no se equivocaron.
Ahora relájate, respira hondo y sonríe, estás a salvo de la lluvia torrencial… pero no puedo asegurarte que si las cosas se ponen chungas vaya a haber a tu lado un líder con impermeable verde. Seguramente los nuestros estén aún buscando uno de su talla.

Post scríptum: Por cierto, la Taberna lleva un año abierta. Seguimos.