domingo, 21 de noviembre de 2010

67. Manitas de cerdo

Verás, mamón, últimamente he estado hablando con Dios sobre la evasión de impuestos y otras festividades fiscales, y me comenta que eso de que no paga al fisco en Andalucía es un invento tuyo, una fruslería inopinada. Me dijo que a pesar de las procesiones que le montamos por mi tierra –y no sonrías, porque a la tuya ya ha ido el Papa- a él, a su hijo y otros miembros de su sagrada familia, Hacienda no le perdona ni un céntimo, así que deja ya la demagogia barata y no involucres a más deidades, no nos vaya a caer otro chaparrón por tu culpa.
Mira, exdiputado, lo mejor de todo es que ya no entras en el Congreso, y lo extraordinariamente cojonudo es que a ti y a tu séquito de vendedores de ficciones excluyentes os dan papeleta en el Parlament para el próximo domingo. Es lo que pasa cuando se es tan chulo y tan mediocre: que al final acaban dándote por todos lados. Puestos a elegir a un abanderado, tus paisanos se van a quedar con un Mas que sabe cuándo tiene que callarse, sobre todo a la hora de vender butifarras fuera del territorio autonómico. Siempre hubo clases y los de CIU tienen más que vosotros. A lo mejor el PSC aprende un día a hacer las cosas bien y sabe elegir a un compañero de camino menos ponzoñoso.
El otro día cuando nos mentabas a los andaluces de la manera en que tú y los tuyos soléis hacerlo, volví a sonreír, como cuando Marta Ferrusola –la mujer de Pujol- dijo aquello de que no le gustaba que un andaluz presidiese su tierra. Sonreí porque al final no podéis evitar eso: que Montilla no sea de vuestro clan y os presida, y que el Estatuto que aprobasteis en el Parlament fuera debidamente limitado por el Congreso, primero, y por el Tribunal Constitucional, después. Pero sobre todo mola porque la inmensa mayoría de tu supuesto país botó como todos cuando la selección española de fútbol ganó el campeonato del mundo. Supongo que tiene que ser una putada para vuestros hijos oíros cómo le abroncáis cuando celebran el gol de Iniesta con la camiseta roja. ¿Deben o no alegrarse? Recurrir al raciocinio para rebatiros intelectualmente no deja de ser una ingenuidad, vosotros, que no dejáis de decir barbaridades sobre los demás, sobre todo de andaluces y extremeños. Es mejor trataros como lo que sois: una pandilla de catetos irredentos, que avergonzáis a cualquiera que se detenga con vosotros más de dos minutos a preguntaros la hora.
Bueno, colega, que ya te he hablado demasiado, que no eres tan importante, que como chiste ya has terminado en este país, que es preferible hablar de las 1.001 recetas que pululan en Internet sobre las manitas de cerdo. Y esto no es una digresión.
Hace unos años vi en un programa de televisión que en el Congreso de los Diputados habían elegido a Puigcercós como el diputado más sexy (elegido por las diputadas y de manera informal, se entiende). Que nadie se me encabrone: ha sido unas de las decisiones más inofensivas para la ciudadanía que ha tomado la cámara baja en los últimos años. Al ser preguntado por el tema, Llamazares, le comparó con Bardem en la película Jamón, jamón. Trataba de alabarlo; señalaba que podía pasar por paradigma de la belleza ibérica, razón por la cual, argumentaba medio en broma Llamazares, debía repensarse sus ideas independentistas.
Pues bien, ya que las opiniones salen gratis y aquí cada uno dice lo primero que se le ocurre en cuanto ve un micro, yo me atrevo con la siguiente asociación de ideas. Si alguna vez ese tío tuvo algo equiparable a la belleza de Bardem o a la exquisitez de un jamón de pata negra, debió de ser hace muchos años y sólo para algunas personas de reprobable gusto estético. Para los demás, el señor Puigcercós sólo se parece al honorable cerdo en la grasa y gelatina que desprenden sus manitas bien cocinadas.
Toma ya.