domingo, 26 de septiembre de 2010

59. Un pañal en el parlamento

Me gustó, para qué voy a decir lo contrario si me hizo gracia y despertó mi lado más tierno; además, el gesto tenía un impacto de la leche, no me extraña que las imágenes recorrieran todo el planeta: ella lo sabía. Me refiero a Licia Ronzulli, la eurodiputada italiana que el pasado miércoles llevó al pleno del Parlamento Europeo a su niña de mes y medio. Ataviada con una especie de toga enrollada, tipo india de la India, Ronzulli votaba desde su escaño mientras su cría dormía ajena a la política y al mundo, pero agradablemente protegida por su made. Obviamente, lo que más me sedujo de la imagen era la conclusión: “Hay que ver lo que han cambiado los tiempos”. Sí, no me refiero a 50 años atrás, no, hace sólo década y media, en la Europa de Felipe González, Mitterrand y Kohl, dudo mucho que hubiera sido posible una imagen así. ¡Qué bien! La mujer ha conquistado la libertad, la mujer vota y puede ir con su hija al Parlamento Europeo. Qué modernos somos y qué suerte de vivir en esta época siendo todavía jóvenes. Tope guay. Luego me enteré de que la parlamentaria era del partido de Berlusconi.
Bueno, se me agrió el carácter, qué quieres que te diga, pocas cosas buenas pueden venir del picha brava de Tela Hinco y su séquito. Pero como soy tolerante y sin prejuicios –lo aprendí de los cromos de fosquitos-, me dije que daba igual, que lo importante era el gesto en sí, no la persona. Pero no me convencí. Una titánica lucha se libró en mi interior. Una parte amable me decía que me quedara con lo bueno de la noticia, pero mi parte más cabrona me pedía sangre, pelea, crítica. Otra parte, la que más respeto y admiro pero es la que me sale más cara, me dijo que me olvidara del tema, que saliera a la calle y me bebiera una cerveza, pero como tenía un resfriado virulento y me falta mucho para ser mileurista, decidí quedarme en casa y atacar.
Entiendo que hay otras lecturas posibles, de hecho, Ronzulli, tras decir que no fue un gesto político sino maternal, se contradijo a continuación para argumentar que aquello era un símbolo, una denuncia de la dificultad que tienen las mujeres para conciliar la vida laboral y la familiar. Ya. Y, bueno, ya que estamos con el tema y que la aplaudieron y todo en Estrasburgo, se me ocurre, por aquello de que aún no me he tomado la cerveza y estoy a base de paracetamoles e ibuprofenos, que para denunciar esa situación, ¿por qué no salían las limpiadoras del Parlamento Europeo? Una podría estar limpiando el parlamento y su bebé en la cuna, y otra podía aparecer en su casa, despidiéndose de su padre enfermo o su recién nacido, con lágrimas en los ojos, sacrificándose para irse a trabajar, para limpiar las suciedades de sus señorías.
A mí el gesto de la italiana no se me ha escapado, en absoluto. Quitando las respetables ganas de quedarse con su hija, aquello era un símbolo de lo que puede hacer una eurodiputada y lo que no pueden hacer millones de europeas –y europeos-. No es una denuncia, es un alarde victimista. ¿No tiene dinero para dejar a su hija al cuidado de alguien? ¿No tiene derecho a la baja maternal, habida cuenta de que su hija tiene sólo mes y medio? Entonces, ¿para qué lo hizo? ¿Para enseñarnos el tremendo esfuerzo que supone pulsar un botón mientras tiene a su hija de mes y medio sujeta a su cuerpo? ¿O anhela que todas las europeas puedan hacer como ella y llevarse a su bebé al trabajo? ¡Ah, claro, se me olvidaba! Era sólo un gesto maternal.
La Europa que Ronzulli y su jefe defienden es esta Europa en la que unos pocos tienen privilegios de este tipo y otros muchos no.
A ver si de una puta vez nos dejamos de ser tan guays y nos volvemos un poco más justos, aunque sólo sea para disimular un poco.