sábado, 10 de octubre de 2009

9. Hedukatibo

Juro por los dioses que nunca he llamado así a un perro, aunque molaría bastante y eso que los míos han tenido nombres raros, pero la responsabilidad en todo caso recae también sobre mi hermana y mi padre. Mi madre es la única que se ha abstenido de nombrarlas (la mayoría han sido perras), probablemente porque le gustan poco y porque tiene más sentido común.
Pero no, no se trata de ningún nombre de can, más bien me refiero al pacto educativo que el PSOE, el PP y, supongo que los sindicatos, pretenden alcanzar en unos meses. ¡Qué escalofrío!, cuando se trata del sistema educativo español esto se convierte en un patio de recreo. No sé por qué nunca se han tenido en cuenta los buenos consejos que más de un profesor de instituto o maestro de escuela han tenido que dar. Parece que ha pesado más en el ánimo de los gobernantes españoles el sesudo informe de algún sicólogo perturbado para pasar de un sistema mejorable a otro peor. ¡Qué huevos!
Recuerdo que cuando estudiaba COU (1995-1996) en mi instituto empezó a implantarse la ESO. Un profesor de los buenos, un tipo aguerrido, inteligente y con una mala leche culta y civilizada, el profesor Lobillo –nos daba Historia Contemporánea-, nos comentaba al final del curso que las directrices del nuevo sistema eran que hubiera más aprobados, o sea, menos fracaso escolar. “Inevitablemente eso pasa por bajar el nivel, no hay otra” vino a decir con una sonrisa que mostraba su amargor, y aún más, nos contó una anécdota que le había pasado con los chavales del nuevo plan. Tras la clase y como era habitual en él, comenzó a indicar a sus alumnos (estos tenían 14 años; nosotros, 17) los ejercicios que tenían que hacer para el día siguiente. No se cortaba Lobillo, por lo que era un alivio el día que sólo nos mandaba seis. Nos contó que tras señalar los deberes a los chavales de 3º de ESO, un alumno de unos 15 años levantó la mano y Lobillo le preguntó qué quería. El chaval cuestionó muy serio: “¿Pero esto qué es, un castigo?”
El curtido profesor se rió nuevamente con más amargura, como el que ve un tren a punto de descarrilar lleno de monos con la risa floja, intoxicados por una partida de cacahuetes adulterados y más entretenidos en lanzarse mierdas y cáscaras de plátano en vez de evitar la tragedia. El hombre debió olerse en lo que la educación pública española iba a convertirse en solo unos años.
En un país en donde la derecha desprecia con rigor la educación pública –sus hijos se los reparten los jesuitas, el Opus Dei u otros hábitos-, la izquierda casi se la carga con una reforma desquiciada, y las autonomías se suman al pastel añadiéndole adoctrinamiento regionalista barato, parece que el único remedio a corto plazo es que desde la Unión Europea nos quiten la competencia y pongan un poco de sensatez. Tampoco vendría mal que en vez de obsesionarse con informatizar las aulas o enseñar en cuatro idiomas –no estoy en contra ni de los ordenadores ni de los idiomas, pero usando el raciocino y estableciendo prioridades- las autoridades se gastaran una ínfima parte del presupuesto en implantar en los colegios públicos españoles las técnicas de estudio de Ramón Campayo, un auténtico crack del aprendizaje.
Es más, cada vez que hay elecciones en algún país observo detenidamente las imágenes que la tele nos muestra de los líderes de los partidos políticos. Se ven a los primeros ministros o presidentes y a los candidatos de la oposición, solos o preferiblemente en familia, acudiendo sin corbata y en apariencia relajados a votar. ¿Dónde lo hacen? En un colegio público. ¿Has observado las infraestructuras de los colegios alemanes o estadounidenses frente a las escuelas españolas o italianas? Aleccionador.
En el culmen de los despropósitos, a la fiesta nacional educativa se ha sumado las televisiones. Antena 3, con un programa importado –como siempre-, Curso del 63, nos enseña ahora los métodos de la escuela franquista. ¿Para qué? ¿Para que comparemos? ¿Para que pensemos “ni lo uno ni lo otro, sino lo que está en el medio”? ¿Para devolver la autoridad al profesorado? Miedo me da la contraprogramación de Tele 5, tal vez metan en una clase a algún presentador energúmeno con un grupo de orangutanes y otro de gorilas para ver cuál hace y dice más memeces.
Apuesto por el presentador.