sábado, 3 de octubre de 2009

8. Antes de que te vayas

Espero darle con este artículo 30 años más de vida y que el hombre alcance los 110, siempre que le apetezca, claro, pero como no hay nadie que se lo vaya a traducir y a enviar y no soy supersticioso –trae mala suerte-, seguro que mal no le hará. Hablo de Clint Eastwood y pretendía dejar mis loas para dentro de unas 10 semanas, pero al ver en la wikepedia que ya tiene 79 tacos pensé ¿y si se muere mientras espero?, así que me adelanto antes de que se vaya.
Quizás lo viera por primera vez en alguna película del oeste como El bueno, el feo y el malo, o tal vez alguna de Harry el sucio, pero ya desde niño me gustaba aquel tipo que se encendía las cerillas en la barba y parecía desayunar tuercas en su cuenco de leche en vez de cereales supervitaminados. No es que quisiera parecerme a él, pero soñaba conseguir una mágnum del calibre 44 para jugar con mis colegas en la calle. Cosas de la infancia.
La última que le vi fue la de Gran Torino, y me pareció incluso mejor que Mystic River o Un mundo perfecto, y casi a la altura de Million Dollar Baby o Cazador blanco, corazón negro. Da igual, siendo obras maestras o sólo buenos largometrajes, las vuelvo a disfrutar cada vez que las veo, independientemente de que Eastwood sea actor, director o las dos cosas a la vez (y guionista y compositor de la banda sonora, ¡es una máquina!).
Puede que el personaje que suela interpretar haya perdido una brizna de originalidad, y el duro de una película se parezca demasiado a la de la anterior, pero todos tienen matices que lo hacen únicos. Y no siempre es un tipo pendenciero, de hecho en Los puentes de Madison también lo borda (aunque a la peli le falte una buena pelea).
Una de las virtudes que más me gustan de Eastwood, ideológicamente conservador, es su capacidad de ponerse en la piel de los que piensan de manera diferente a él y no para ningunearlos. No sé si realmente estará a favor de la eutanasia ni qué pensará de la inmigración, pero es honesto y civilizado, respetuoso con el rival; sus diferencias ideológicas no lo llevan al odio y a la marginación del adversario.
Pero la gran contribución de Eastwood en mi vida, aquello por lo que tendrá siempre una mesa privilegiada en mi Taberna de Armas aunque matase a media humanidad, es la película Sin perdón. Mira que me gustaron personajes como Harry el sucio o el que interpreta en El sargento de hierro, pero mi favorito es William Munny, el pistolero irredento de Sin perdón. Durante más de la mitad de la película trata de convencer a sus compañeros, al espectador y hasta a sí mismo, que sus tiempos de asesino han pasado. Curiosa la argumentación, más si cabe cuando se dirigía a un pueblo para cargarse a dos tipos, pero el personaje se encargaba de precisar que aquello era una excepción, un negocio urgente para solucionar su maltrecha economía familiar. Munny se autoexculpaba comparándose consigo mismo años atrás, cuando era un asesino sanguinario capaz de matar a su madre con una sonrisa en los labios. Pero Dios y su mujer lo habían reformado, decía, ya no era un ser despiadado sin sentimientos ni moral; renunciaba a lo que fue, un hombre débil, nos cuenta, que se dejaba llevar por la crueldad y la brutalidad. Ya no era un borracho desquiciado sino un viudo responsable del cuidado de sus hijos. Y se lo creía, aparentemente. Hasta que se cargan a Morgan Freeman. Bueno, al personaje que interpreta, el único amigo de Munny y que lo acompaña en el trabajito. No sólo lo torturan y acaban matándolo (a Clint también le dan una buena paliza), sino que el sheriff –impresionante Gene Hackman- y sus secuaces exhiben el cadáver como si fuera un trofeo de feria. Y es ahí cuando Munny se quita la máscara, cuando se rasca con una uña sucia el maquillaje con el que trataba de engañarse durante años y saca su verdadera estampa. Y es entonces, cuando el hijo de puta más peligroso del otro lado del Atlántico entra en la taberna del sheriff, en el territorio del enemigo, solo y escuetamente armado, pero con una mala leche que haría cagarse en los pantalones al ranger Walker y a Rambo juntos, y empieza a repartir estopa, sin demorarse mucho pero tomándose el tiempo necesario. Y cuando termina en la taberna avisa fuera para que nadie se equivoque ni se confunda, porque lo matará junto a su esposa y a sus amigos y le quemará su maldita casa; y concluye diciéndole a aquella pandilla de mierdas que si alguien más se atrevía a maltratar a una puta volvería y se los cargaría uno por uno.
Qué quieres que te diga, a mí esas cosas me siguen emocionando.