sábado, 22 de mayo de 2010

41. El lobo y la doncella

Querida Sandra, como veo que últimamente no paran de lloverte las bullas y rapapolvos por tus notas, he decidido escribirte algo para animarte o para que lo tires a la papelera, tú misma. El otro día, cuando Bea te daba clases y tú le decías que desconocías quién era Franco, se me ocurrió contarte un cuento. Ya sé que tienes 14 años y yo ando camino de los 32, no sé, no somos amigos ni familia, sólo soy el novio de tu profesora, pero ahí va eso por si te sirve de algo.
Existió una vez en un país no tan lejano una doncella de 14 años que se pintaba la raya del ojo, que quería ser la más popular de todas las chicas de la corte y no trabajar demasiado para no cansarse. Soñaba con un príncipe y conoció a uno que lo parecía, un buen chico. Sin embargo a la doncella le llovían las críticas. Su madre le reñía por las notas, sus profesores también andaban malhumorados, y su profesora Beatriz le insistía todas las semanas en que estudiara. La doncella pasaba de todos. No estudiaba, no avisaba cuando tenía exámenes y soñaba con un futuro prometedor, con su amado junto a ella y sin tener que pegar ni chapa para ganarse la vida. No estaba mal: tenía amigas, un grupito con el que salir y aunque no le gustaba que le dijeran lo que tenía que hacer, en realidad hacía casi todo lo que le daba la gana. Pasaron unos años y la vida sonrió aún más a la doncella, porque ya no era obligatorio que estudiara, y si no estudiaba cuando debía, ahora que no hacía falta dejó los libros definitivamente. Para matar el tiempo se metió en algún curso al que no iba, y siguió con su amado y sus amigas, algunas de ellas ya más ocupadas con sus estudios, pero la cosa parecía ir bien. El problema empezó cuando pasó un poco más de tiempo y nuestra doncella se acercaba a los 20, y descubrió que su amado ya no era tan guay, que sus viejas amigas ya no la frecuentaban y que se aburría como una ostra en casa. Alguien de la familia o un vecino le buscó un trabajo, pero como no tenía formación, debió conformarse con los curros peor pagados. Además, ya no podía ponerse mala para evitar sus obligaciones, porque el curro no era igual que el colegio y te podían echar con facilidad. Y si le sumas que tenía que levantarse temprano, aguantar a jefes y jefas inmisericordes y a compañeros peores, la vida ya no era tan bonita. Así que nuestra doncella se cansó, le dijo a su madre que iba a volver a estudiar y que dejaba el trabajo de la pocilga. Y el caso es que la madre la creyó, y su familia también, aunque sospechaban que sólo quería ganar tiempo. Y así fue, porque nuestra doncella quiso recuperar la vida de estudiante sin estudiar, levantarse tarde, vivir sin trabajar, llevar una vida de sueño y aburrimiento. Pero miró alrededor y se encontró un poco más sola que antes. El príncipe había desaparecido, se había ido con otra; sus amigas ya no lo eran, salían con nuevos grupos… y comenzó a verse demasiado mayor para volver a la seguridad del instituto, de la mochila, de las riñas del profesor. Y tuvo que volver a trabajar, pero ahora ya conocía cómo era el curro y no le gustaba, y empezó a disgustarle su vida. Ella que creyó que iba a ser mejor que su padre y su madre se encontró con que ni siquiera podía igualarlos, pero lo que más le molestaba era que otros sí lo habían conseguido. La vida ya no era tan guay. La doncella terminó quedándose embarazada y creyó encontrar la paz durante unos meses, pero luego la cosa se jodió un poco más, porque después de parir se encontró con que, además de su boca, tenía que alimentar a otra más.
Y el cuento continúa, Sandra, y a lo mejor la cosa mejora o empeora, pero eso yo no te lo voy a contar. Tal vez piensas que la doncella del cuento eres tú, pero no es así, te lo juro, sólo es un personaje de ficción que tiene la misma actitud hacia la vida que tú: el pasotismo. Ya ves, princesa, la vida es bastante más cabrona de lo que parece. A lo mejor has echado de menos al lobo del cuento, porque no lo he nombrado ni una sola vez. No hacía falta, cariño, estaba presente. El lobo es un jefe tóxico y esclavista, un compañero traidor, un sueldo de mierda y una panda de golfos y golfas que van aprovecharse de ti todo lo que tú les dejes y más. Quizás los estudios no te salven de todo eso, pero una actitud luchadora evitará que te deprimas, que tires la toalla nada más empezar: te caerás igualmente, pero aprenderás a levantarte mejor. No lo olvides, lee esto de vez en cuando si te aburres, porque el lobo no va a olvidarte. Entiéndeme, ni siquiera sabrá tus apellidos, pero le encanta la gente pasota, los que no luchan, los que mienten creyendo que engañan a todos sin conseguirlo. Eres carne de cañón, pequeña, una futura víctima del sistema. Pero lo mejor de todo es que puedes evitarlo. Lucha, pelea, fórmate. Y quiérete mucho, Sandra, recuerda que tu vida es tuya sólo si peleas por ella.
Un abrazo.