sábado, 5 de diciembre de 2009

17. Un leve rumor

Al principio fue sólo eso, algo que le había pasado a otro, una rareza insospechada, un auténtico caso de mala suerte o producto de la incompetencia de algún miserable; un leve rumor. Lo lees en el periódico, lo escuchas de algún amigo o familiar y luego lo cuentas en las tertulias para entretener al personal. No sé, desde que te hayas pasado dos años en una lista de espera para operarte de un quiste y que luego, por obra y gracia del funcionario de turno, desaparezcas del listado, hasta que el hijo de un amigo se quede sin colegio porque sólo quedan plazas a partir de los seis años. Lo primero que preguntaba cuando me contaban algo así era: “¿Dónde?”, y antes de que me respondieran empezaba a pensar: “en Estados Unidos”. ¡Cómo iba a creer yo que eso pasaba en la próspera Europa, y mucho menos en España, donde todavía escucho a algún ingenuo decir que tenemos la mejor sanidad del mundo! Pero el caso es que no, que ocurre en mi país desde mitad de los 90, que de repente los hospitales comienzan a esquilmar sus listas de espera con contabilidad creativa –la misma que usan ahora los bancos para trocar pérdidas en beneficios-, que a más de un muerto con un año de antigüedad lo citan para que se opere de cataratas, que las mujeres comienzan a parir sin epidural y no porque quieran, o que los niños no tengan plazas en los colegios hasta los seis años. Y lo que contaba antes para entretener a la gente resulta que ya no entretiene, porque a todo el mundo le ha pasado algo similar o conoce a alguien que le haya ocurrido, y por hechos tan simples pero muy repetitivos uno comienza a comprender que el Estado del bienestar en España se va yendo inexorablemente al carajo. O al garete, si lo prefieres.
Y el caso es que como tenemos cierta tendencia para afrontar los problemas de la misma manera -yo no he sido, pregúntale al de atrás que es el becario-, ahora tenemos a las Autonomías dándole caña a la Administración General del Estado y a los Ayuntamientos metiéndose con las Autonomías. El argumento es el de siempre: dame más dinero, cédeme más competencias pero si luego meto la pata y el ciudadano se queja, la responsabilidad es tuya, y si una presa, pongamos en Aznalcóllar (Sevilla), se rompe, yo no he sido quien la ha roto, y si un metro, supongamos en Valencia, descarrila y se matan decenas de personas, yo no conducía la locomotora así que el responsable es otro, y si tú no lo eres, ¡pues mejor, coño!, que los administrados se quejan por puro vicio.
Mientras, elección tras elección, cambian los candidatos. Y de repente ves a un tipo o tipa bien trajeado pero informal –sus vestimentas de ocasión valen el triple que mi único traje-, sin corbata y con sonrisa, votando en un colegio que parece una auténtica pocilga, mucho peor desde luego que el Tomás de Ybarra, colegio público de Tomares –Sevilla- donde estudié en los ochenta. Y esto lo ves en España, en Italia y hasta en Reino Unido, y la imagen se te queda grabada por lo inverosímil de la asociación: el Míster Importante o la Marquesa de turno descendiendo al maltratado suelo de un colegio público, sentándose en unos bancos de madera en los que si no hubiera fotógrafos o cámaras de televisión de por medio, no apoyarían ni los zapatos. Pero... ¡claro!, ¡cómo no se me había ocurrido antes! ¡De esto se sale bajando los sueldos! Y si nos hemos pasado un poco permitiendo que la peña se jubilara con 50 años, ¡no paaaaasssssa nada, colega!, los que vengan detrás que arreen. Así que, querido amigo, si has escuchado a alguien sorprenderse al ver en Inglaterra a abuelos de 70 años trabajando, te invito a que te pases por aquí dentro de unos 40 y nos eches un vistazo a los españoles de mi generación, que seguiremos currando de lo lindo pero sin autobuses a Benidorm. ¡Ah!, y con la diferencia de que mis tres años de becario trabajando para la Administración pública, como decirlo para que mi madre pueda leerlo sin escandalizarse... pues eso, que es como tener un tío en Alcalá, que ni tienes tío ni tienes , porque cotizar no han cotizado.
Así que, estimado lector, administrado como yo por gentuza cuya única virtud comienza a ser la resistencia frente a los chaparrones de críticas, quiero decirte algo en este puente de diciembre: he adquirido conciencia, soy pobre pero tengo mala leche y escribo, y ahora voy a empezar a comer después de la medianoche y a continuación a ducharme, a ver si me pasa como a los gremlins, que muto y me multiplico, y así conquisto el mundo de una puñetera y jodida vez. Peor no lo haría.