martes, 22 de mayo de 2012

107. Hablando de hobbits

         No, hombre, no, que para el tiempo que llevo callado tampoco es cuestión de eludir la realidad y refugiarme en la ficción, aunque la segunda da más alegría que la primera, quizás porque los que nos dediquemos a crear historias seamos mejores personas que los que viven de gestionar las vidas ajenas. La mezcla letal de pereza, hartazgo y otros asuntos han hecho que cerrara la Taberna durante unos meses sin previo aviso, y tampoco prometo ahora abrir todas las semanas y mantener cierta regularidad; los caminos de la Taberna, como los de la vida misma, son inescrutables incluso para mí.
        Sí puedo decir en mi descargo que durante esta ausencia, alguno de los otros asuntos que mencionaba consistió en escribir y publicar mi segundo libro: Barén y los pozos infinitos, un libro juvenil de la serie que estoy escribiendo (¡¡ya llevo dos!!). No obstante, sería más falso que el programa electoral del PP si atribuyera a la escritura y publicación de la segunda parte de Barén el hecho de que no haya escrito columna alguna en estos 7 meses: hubo tiempo pero no ganas.
        ¿Por qué?, se preguntaba Mourinho y me pregunto yo. Pues por pesimismo, por hablar de políticos ineptos, sistemas corruptos y Estados de necios. Porque al final, señalar con el dedo a tanto miserable con poder, aunque sea una obligación autoimpuesta, desgasta como la Liga a Guardiola. Porque, en definitiva, contar lo que todos sabemos que va a pasar (bueno, no todos) no impide que el tren descarrile, y uno, que tiene la desgracia de pensar que otra forma de hacer las cosas es posible y beneficiosa para la mayoría, se amarga más de lo razonable por la situación de quiebra económica y emocional del país. No es que sea más patriota que nadie, es que las tijeras de los recortes están acuchillando a la clase empobrecida española, clase a la que pertenezco, como muchos de ustedes.
        Podría optar por otros temas, escribir sobre historias optimistas, ejemplares o, como decía antes, eludir la realidad y hablar de hobbits, elfos y gnomos; pero todo novelista sabe que el buen rollo encandila durante escaso trecho, apenas unos párrafos, y que si la peña te lee, aunque a todos nos gusten los finales felices, es porque va a haber desgracias a punta de pala, mogollón de sangre y malos malísimos que terminarán metiéndose en nuestros sueños para trocarlos por funestas pesadillas. O algo así, tampoco hay que ser tan tremendo.
        Y, además, ¡qué cojones!, escribía eso porque también me gusta mentarle la madre al poderoso, alguna ventaja queda todavía (quizás por poco tiempo) en esta democracia enclenque y pobrecita; antes de que la recorten, la libertad de expresión sigue valiendo y hay que ejercerla.
        Bueno, queridos amig@s, gracias por aguantarme y leerme, y que los elfos y yo estaremos por la Taberna de vez en cuando repartiendo lembas (pan parecido a las tortitas dietéticas de maíz, que no saben a nada pero quitan el hambre, aunque si les echas ketchup ganan bastante, como cualquier cosa a la que le eches ketchup). Puede que la guerra esté perdida, que la derrota sea larga y se cierna sobre nosotros la noche, pero la lucidez también necesita descanso, mañana amanecerá y al menos hay que ganarle alguna batalla al destino.
        Gondor resiste.