sábado, 29 de agosto de 2009


3. Supervillano por convicción

Cada vez tengo más claro que si viviera en un mundo de ficción me convertiría en un supervillano, y no en uno cualquiera, sino en el megalómano que quiere dominar el mundo o destruirlo, según le pete. Y no por una razón accidental, qué sé yo, que me intoxicara con un cargamento de cacahuetes adulterados o que al mezclar el nesquik con la coca cola me convirtiera en un mamón superpoderoso, ni siquiera por una tragedia irreparable como que algún ecologista liberara a Bartolo de la pecera de mi salón. Negativo. Sería supervillano por convicción. Y es que, ya que hablamos de mundos ficticios, no me digas que no molaría putear un poco a casi todo el personal sin consecuencias funestas.
Tal vez sea un poco sádico y contraproducente decir esto, pero estoy dispuesto a defenderlo desde el plano intelectual hasta las últimas consecuencias. Pongamos un ejemplo: vas al médico porque una mañana te levantas con fiebre, diarrea y mala cara. Ok, no te vas a morir, sabes que si estás un día en casa -dos como mucho- comiendo yogures blancos y un poco de arroz, probablemente te cures. Hasta recuerdas que en el armario del cuarto de baño tienes Primperan por si te da por vomitar. Pero resulta que tu jefe no da crédito alguno a tu sabiduría en medicina, y mucho menos a tu palabra, así que necesitas un justificante del médico para presentárselo y que sólo te eche una mala mirada por no haber ido a currar. Bueno, es razonable, lo compro, siempre hay espabilados que se aprovechan de estos casos, el sistema debe defenderse.
Así que llegas al ambulatorio con una mano detrás por si te da el apretón y mirando como loco por dónde se irá al servicio, que casi siempre está en la última planta. Con la cara lívida le cuentas a la auxiliar, administrativa, ayudante o lo que sea, porque enfermera no es y tiene siempre una mala leche impresionante, que te has levantado malísimo y que quieres que el médico te vea. La tipa te mira como si le hubieras pedido dinero o que te limpiara los mocos, y luego te pregunta si tenías cita previa. “No, me he puesto malo esta madrugada”, contestas. “Pues no sé si te podrá atender porque hoy la consulta está llena”. Coño, siempre sucede lo mismo cuando me pongo malo.
En fin, después de pasar el primer obstáculo, nada desdeñable, llegas a una sala donde tu objetivo es darle al médico un papelito, en cuanto salga de su consulta el paciente al que atiende. Y a pesar de verte como estás -todos parecen razonablemente sanos-, el resto de los pacientes te miran con hostilidad creciente conforme se abre la puerta y te acercas con el papel. Concretando, el médico te llama el penúltimo de la sala y tras firmarte una receta –aún les cuesta dominar las impresoras y te sueltan que no son informáticos, toma castaña- te dice que comas dieta blanda, o sea, yogures blancos y arroz; y encima te receta Primperan. Es entonces cuando, malo como estás, piensas en lo hermoso y gratificante que sería en esos momentos vivir en el universo Marvel (ya sabes, Spiderman; Superman y Batman son de DC) y convertirse en el Doctor Muerte y encerrar en las mazmorras de Latveria a tu jefe, a la auxiliar, al médico, a los pacientes insensibles y a uno que pasaba por allí y que no tenía nada que ver pero que eligió un momento chungo para cruzarse en tu camino. ¡Entiéndeme! Un héroe no puede castigarlos, ni siquiera el Motorista Fantasma, así que recurro a unos villanos que manejarían la situación con auténtica maestría redentora.
Es cierto que tipos así, trasladados a la vida real, son los peores criminales de la historia. Un malo con ideas puede ser más dañino para la humanidad que el personaje más sádico. Un ejemplo: a pesar de los horripilantes experimentos del doctor nazi Mengele, que se divertía torturando a gente indefensa, su contribución científica o militar al Eje durante la Segunda Guerra Mundial fue nula. Su mente perturbada hizo daño a muchos, pero su alcance fue muy limitado. Sin embargo su homólogo japonés, Shiro Ishii, fue peor: entre otras lindezas usó a pájaros para difundir el ántrax o pulgas para la peste bubónica. Claro que aún llegaron más lejos los chicos de Oppenheimer y el proyecto Manhattan, los creadores de las primeras bombas atómicas, aunque creo que ellos eran de los buenos, ¿o no?
Bueno, mejor me quedo con el Doctor Muerte, después de todo intentar acabar con los 4 Fantásticos no era tan mala idea.
  

1 comentario:

Miguel Ángel dijo...

¿Eran los buenos o no?… es curioso el modo en que solo ciertos datos pasan a formar parte de la historia, o por lo menos de la historia más conocida. J.R. Oppenheimer fue el director, o por lo menos eso rezan los documentos de los que se dispone, del famoso Proyecto Manhattan. Ese proyecto, que como bien dice nuestro supervillano por convicción, dio lugar a las primeras bombas atómicas, entre ellas las que se lanzaron sobre Hiroshima (Little Boy, una bomba de uranio) y Nagasaki (Fat Man, una bomba de plutonio) hace ya más de 60 años. Pero… ¿qué hay más allá de todo esto? Los alemanes habían lanzado el Proyecto Uranio y los rusos la Operación Borodino: todos perseguían la fisión del átomo, pero solo se demoniza la los chicos del proyecto Manhattan.
En el proyecto participaron muchos científicos conocidos: Enrico Fermi, Richard Feynmann, Robert Wilson, Hans Bethe y Edward Teller. Incluso el nombre de Albert Einstein también se asocia al horror de la bomba atómica debido a una famosa carta firmada por el famoso científico y dirigida al presidente del momento, Roosevelt. En resumen, Oppenheimer, Einstein y Fermi han pasado a la posteridad con el dudoso honor de ser los “padres de la bomba atómica”. Interesante asociación si tenemos en cuenta que Samuel Colt, conocido por ser el inventor del famoso revolver Colt 45, pasó a la posteridad como un gran empresario e inventor sobre el cual se ha llegado a decir “Dios creó a los hombres; Samuel Colt los hizo iguales”. En un esfuerzo para elevarlo a los altares, Samuel Colt llegó a ser actor invitado en multitud de películas del Oeste. Nadie recuerda a S. Colt como el padre de una de las armas que más muertes ha causado a lo largo de la historia.
¿Por qué digo todo esto? En el fondo, la bomba atómica ha sido una de las mayores atrocidades que ha llevado a cabo el ser humano… Tal vez porque detrás del tono peyorativo que acompaña a los nombres de estos científicos hay ciertas informaciones un tanto contradictorias y que no suelen tener tanta difusión. Por ejemplo, nadie menciona que Einstein era un pacifista y socialista convencido. Del mismo modo, nadie habla de las ideas socialistas de Oppenheimer que llegó a financiar con dinero de su bolsillo la causa Republicana española. Estoy convencido que hubo un antes y un después de Trinity… la primera bomba atómica (de plutonio, igual que Fat Man) que se lanzó en el desierto de Alamogordo. Ellos crearon el artefacto, nunca con la intención final que se le dio. Einstein reiteró en diferentes foros el sentimiento de responsabilidad y culpa que los científicos que trabajaron en el Proyecto sintieron al concluir la prueba Trinity y comprobar los efectos devastadores del artefacto.
A partir de aquí todo se enturbia. Parece ser que los científicos alzaron su voz, sin éxito alguno, en contra del uso de la bomba. El mismo Oppenheimer como presidente del Comité Asesor General se opuso al desarrollo de la bomba termonuclear, o bomba de fusión nuclear. También se opuso a la carrera armamentística y propugnó un control internacional de armamentos y desarrollo de la ciencia fundamental. Al mismo tiempo se le atribuyen consejos al presidente Truman para concentrarse los recursos en la generación de una gran capacidad en armas de fisión. En medio de esta confusión, el FBI proporcionó pruebas sobre los supuestos vínculos comunistas y radicales de Oppenheimer. Algunos enemigos formularon acusaciones sobre la persona de Oppenheimer que llevaron al presidente Eisenhower a retirar su credencial de seguridad y, posteriormente, solicitar su renuncia. Muchos años después, J.F. Kennedy le otorgó el premio Enrico Fermi intentando así rehabilitar la figura de Oppenheimer… sin embargo, el daño ya estaba hecho.