93. Sin pan ni circo
Teniendo en cuenta que entre la peña hispana aún causa admiración el que se va de un restaurante sin pagar o el que defrauda a Hacienda, es lógico que la indignación llegara sólo cuando nos faltara el pan en el sentido amplio (el curro de toda la vida y el escaso sueldo de final de mes que nos permite sobrevivir). No hemos sido rigurosos con la corrupción o el despilfarro por la sencilla razón de que para el españolito medio eso son pecados menores. No nos hemos ofendidos porque la ética, aquí, no es más que una asignatura (ahora ni siquiera lo es), y la moral sólo la que dicta la iglesia española. Con esos mimbres era lógico que la corrupción encontrará también acomodo en la España democrática.
Ahora, con la llegada de un verano sin mundial de fútbol ni Eurocopa, tocando todavía suelo en el peor tramo de la crisis económica, comprobamos horrorizados que no sólo nos hemos quedado sin pan sino que tampoco tenemos circo o, al menos, la mitad del circo, pues la otra mitad está bien cubierta con los programas del corazón. Sin mafia futbolística, a la espera del espectáculo informativo de los fichajes, Jorge Javier y el resto de la mafia rosa son los únicos dueños del cotarro del entretenimiento patrio.
Las autoridades españolas deberían hacer algo al respecto, diseñar un plan B para el caso de que la Escherichia Coli alemana llegue a España y haga estragos entre los principales presentadores y tertulianos del mundillo del corazón. Llegados a ese punto, con poco que comer y nada que ver en la tele, las plazas se llenarían no de miles sino de millones de españoles dispuestos a cargarse a media humanidad en busca de entretenimiento.
Como Rajoy está durmiendo la siesta eterna, Zp haciendo las maletas, el rey va con muletas tuneadas y el resto del personal no parece percatarse de esta amenaza real, propongo una serie de medidas con las que paliar la posible catástrofe humanitaria que se cierne sobre nosotros.
Primera medida. Con la fiesta de los toros en pleno declive e invadidos como estamos por la cucaracha roja americana, podríamos establecer la lidia de la cucaracha. Debido a la desproporción entre el tamaño humano y el de la cucaracha roja (aunque cada vez menor, por la buena alimentación de las cukis), deberíamos llenar un cuadrilátero de boxeo con varias cucarachas y meter a un par de bailaores de flamenco, hombre y mujer, que con su rítmico taconeo tratarían de pisotear a sus enemigas. Sé que el espectáculo sería un tanto asqueroso, sobre todo para las primeras filas de espectadores, a quienes les caerían cáscaras y cachitos de cucaracha -por favor, no vomites mientras lees esto- y puede que algún defensor de los animales tratara de impedirlo, pero para eso está la segunda medida.
Segunda medida. Coger al defensor de los animales; se le inmoviliza en un sillón cómodo, se introduce al sillón y al inmovilizado dentro de una habitación cuadrada y suficientemente grande, en el centro, con varias cámaras enfocándole. Se sueltan las cucarachas rojas. Se espera, pacientemente, a que el defensor pida que alguien mate a las cucarachas para salvarse. Se deja entrar a los bailaores para que pisoteen a las cukis. ¿Tal vez enfrentándole a sus prejuicios y a sus miedos se librará de ellos? ¡Naaaa!, pero molará bastante verle la cara de susto que pone.
Tal vez haya que pulir un poco más estas ideas, pero como ya no vive Valerio Lazarov y los gobernantes no creen que la Escherichia pueda con la Esteban y compañía, es lo que hay. Además, en agosto vuelve el fútbol.
P.S: Si crees que la idea ha sido mala, piensa que hubo un tipo que cantó en el siglo XIX la canción de la cucaracha y que todavía suena hoy (y que si la coge el espabilado de turno y la tunea convenientemente, obtendrá la próxima canción del verano).
2 comentarios:
Con el nuevo horario de los congresistas, seguro que alguno de ellos tiene propuestas muy interesantes sobre como ocupar el tiempo libre.
Pues sí, y una reflexión: creo que el movimiento 15-M se equivocó esta semana al marchar a las puertas del Congreso para avisar e intimidar a los políticos. Como mucho debieron acojonar a los ujieres, porque dentro del Congreso, por regla general, no está ni el apuntador. Creo que la medida de Bono, suprimir el pleno de los jueves, es por lo menos sincera: si aquí no viene ni Dios, qué coño hace el cura. Un saludo.
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