29. Querido Yunior:
Te vengo observando desde hace tiempo, no creas que alguien como tú pasa desapercibido para un tipo como yo; aunque haya sido necesaria cierta distancia no me he olvidado de ti. Entraste en la empresa siendo prácticamente un alevín, un chanquete, un becario bien remunerado. Tuve que ver bastante con tu elección: un Míster Importante como yo se percata en seguida de los que son de su misma casta. A primera vista no te diferenciabas de los demás: igualmente maqueado, con el nudo de la corbata bien recto y la gomina en el pelo, pero el hecho de que llegaras el último y aun así le quitaras el asiento a aquella tímida muchacha, sin apenas rubor en tu cara y obviando el acto en sí, me dijo todo lo que necesitaba saber. Aquella fue la primera prueba eliminatoria y la superaste con nota. Luego, tras comprobar tu lista de padrinos entraste sólo por detrás de Mireya, la rubia de Recursos Humanos y actual novia de Paco, el Direct Manager; sobran las explicaciones.
Te hiciste pronto con los de la oficina; desde el primer día los trataste con cierto desdén, y el hecho de que no miraras si quiera a la limpiadora que viene a partir de las cinco, fue otro claro ejemplo más de que tenías madera: eso se aprende con pantalón corto. A las tres semanas, pequeño cabroncete, te las arreglaste para comer con Paco y conmigo, y a pesar de tu exiguo sueldo –comparándolo con los nuestros-, nos invitaste luego a un par de copas. Sabes dorar la píldora al superior y eso, Yunior, no es tan fácil como la gente se piensa, hay que tener cierto talento.
No es de extrañar por lo tanto, que al mes estuvieras en la oficina más asentado que los becarios que entraron seis meses antes que tú. Tuviste un par de encontronazos con Santiago, aquel chaval trabajador y callado que se sentaba a tu lado, y… ¡te juro que me quedé impresionado cuando Paco lo despidió en vez de echarte a ti! A partir de entonces el resto de becarios –menos Mireya, claro, caso aparte- te tuvo miedo, y lo explotaste como un verdadero profesional.
A los 8 meses nos invitaste a tu boda con la hija de uno de nuestros mejores clientes. Tu suegro es uno de los nuestros, y nos habló bien de ti, chaval, ganaste muchos puntos aquel día, y más cuando a la vuelta de tu luna de miel organizaste la bienvenida de casados y contrataste a aquella bailarina de 22 y que el cabrón de Paco se terminó zumbando. Aquello fue tu consagración. Pero le dije al jefe que aún debíamos esperar un poco, ver tus dientes afilados y ganas de joder al personal, aún no podíamos hacer oficial tu entrada en el club de los Míster Importantes.
Sé que te dolió: de pronto empezamos a darte la espalda, a demorarnos poco o nada en tu mesa y a llamar a otros y otras para entretenernos y valorarlos. Pero no cejaste en tu empeño. Apenas se te vio más serio que de costumbre, y aprovechabas la mínima oportunidad que te dábamos… aunque también invertiste el tiempo llamando a otras puertas. Sí, me enteré de tu entrevista profesional con nuestros rivales. No te sorprendas, me lo dijo mi cuñado, fue él quien te entrevistó. Vi el video que te grabaron y confieso que me sentí orgulloso. Paco se quedó helado con la sarta de mentiras que soltaste en la entrevista, pero se te vio tan convincente que mi cuñado no quería creerse que eras un simple becario.
Luego llegó la crisis y tuvimos que cerrar todo un departamento, por un momento pensé que te ibas a la calle, eres bueno pero… ¡joder!, perdimos pasta por tus gestiones. Pero tu suegro lo arregló con contratos y tú nos lo vendiste como si la idea fuera tuya, como si el dinero también te perteneciera. “Si este cabrón es capaz de defender sus errores de esta manera –me dijo Paco-, puede vender toneladas de arena en el desierto. Hay que ficharlo ya”. Y así lo hemos hecho, Yunior, tu primer contrato blindado, tu primer plan de pensiones millonario, tu prejubilación a los 55, tu coche de empresa, secretaria y despacho, tus dietas y viajes, tu sueldo y participaciones, tus stock options y hasta tu caja de Navidad con champán francés y habanos Montecristo. ¡Y antes de los 30, machote, todo un récord!
No nos defraudes, Yunior, sé que no lo harás, la gente como nosotros debemos colaborar y cuidarnos aunque seamos rivales, porque sólo así nos mantenemos en la cúspide de la pirámide. Ya sabes, hijo, hoy por ti y mañana por mí, o entre bomberos no nos pisamos la manguera, como decís ahora los jóvenes, y si algún día nos tenemos que dar la patada, que haya una mullida indemnización de por medio. De momento, nada más, muchas felicidades y relee bien la carta cuando te sientas perdido, en caso de duda dinero y poder son el norte de nuestro camino. Nos vemos el lunes, compañero (ahora sí).
P.D. Ya que los vas a ver este fin de semana, saluda a tu primo y a su mujer, se les ve muy felices. Por cierto, lo del dedo de su suegro fue genial. Y no te olvides de congraciar con los ricos progresistas, que también entre sus filas están muchos de los nuestros.
Te hiciste pronto con los de la oficina; desde el primer día los trataste con cierto desdén, y el hecho de que no miraras si quiera a la limpiadora que viene a partir de las cinco, fue otro claro ejemplo más de que tenías madera: eso se aprende con pantalón corto. A las tres semanas, pequeño cabroncete, te las arreglaste para comer con Paco y conmigo, y a pesar de tu exiguo sueldo –comparándolo con los nuestros-, nos invitaste luego a un par de copas. Sabes dorar la píldora al superior y eso, Yunior, no es tan fácil como la gente se piensa, hay que tener cierto talento.
No es de extrañar por lo tanto, que al mes estuvieras en la oficina más asentado que los becarios que entraron seis meses antes que tú. Tuviste un par de encontronazos con Santiago, aquel chaval trabajador y callado que se sentaba a tu lado, y… ¡te juro que me quedé impresionado cuando Paco lo despidió en vez de echarte a ti! A partir de entonces el resto de becarios –menos Mireya, claro, caso aparte- te tuvo miedo, y lo explotaste como un verdadero profesional.
A los 8 meses nos invitaste a tu boda con la hija de uno de nuestros mejores clientes. Tu suegro es uno de los nuestros, y nos habló bien de ti, chaval, ganaste muchos puntos aquel día, y más cuando a la vuelta de tu luna de miel organizaste la bienvenida de casados y contrataste a aquella bailarina de 22 y que el cabrón de Paco se terminó zumbando. Aquello fue tu consagración. Pero le dije al jefe que aún debíamos esperar un poco, ver tus dientes afilados y ganas de joder al personal, aún no podíamos hacer oficial tu entrada en el club de los Míster Importantes.
Sé que te dolió: de pronto empezamos a darte la espalda, a demorarnos poco o nada en tu mesa y a llamar a otros y otras para entretenernos y valorarlos. Pero no cejaste en tu empeño. Apenas se te vio más serio que de costumbre, y aprovechabas la mínima oportunidad que te dábamos… aunque también invertiste el tiempo llamando a otras puertas. Sí, me enteré de tu entrevista profesional con nuestros rivales. No te sorprendas, me lo dijo mi cuñado, fue él quien te entrevistó. Vi el video que te grabaron y confieso que me sentí orgulloso. Paco se quedó helado con la sarta de mentiras que soltaste en la entrevista, pero se te vio tan convincente que mi cuñado no quería creerse que eras un simple becario.
Luego llegó la crisis y tuvimos que cerrar todo un departamento, por un momento pensé que te ibas a la calle, eres bueno pero… ¡joder!, perdimos pasta por tus gestiones. Pero tu suegro lo arregló con contratos y tú nos lo vendiste como si la idea fuera tuya, como si el dinero también te perteneciera. “Si este cabrón es capaz de defender sus errores de esta manera –me dijo Paco-, puede vender toneladas de arena en el desierto. Hay que ficharlo ya”. Y así lo hemos hecho, Yunior, tu primer contrato blindado, tu primer plan de pensiones millonario, tu prejubilación a los 55, tu coche de empresa, secretaria y despacho, tus dietas y viajes, tu sueldo y participaciones, tus stock options y hasta tu caja de Navidad con champán francés y habanos Montecristo. ¡Y antes de los 30, machote, todo un récord!
No nos defraudes, Yunior, sé que no lo harás, la gente como nosotros debemos colaborar y cuidarnos aunque seamos rivales, porque sólo así nos mantenemos en la cúspide de la pirámide. Ya sabes, hijo, hoy por ti y mañana por mí, o entre bomberos no nos pisamos la manguera, como decís ahora los jóvenes, y si algún día nos tenemos que dar la patada, que haya una mullida indemnización de por medio. De momento, nada más, muchas felicidades y relee bien la carta cuando te sientas perdido, en caso de duda dinero y poder son el norte de nuestro camino. Nos vemos el lunes, compañero (ahora sí).
P.D. Ya que los vas a ver este fin de semana, saluda a tu primo y a su mujer, se les ve muy felices. Por cierto, lo del dedo de su suegro fue genial. Y no te olvides de congraciar con los ricos progresistas, que también entre sus filas están muchos de los nuestros.