37. Desde el paraíso
En un lugar del paraíso de cuyo nombre no debo dar cuenta, se produjo un encuentro casual entre el héroe americano por excelencia, Superman, y Alonso Quijano, conocido como Don Quijote de la Mancha. Desde una nube blanca y esponjosa nuestro compatriota observaba con una mirada triste la actualidad española.
-Buenos días, Super, ¿cómo está vuesa merced? –le preguntó nuestro héroe al estadounidense sin ni siquiera girarse.
-Bien, acabo de sobrevolar mi país y… bueno, con todos sus problemas parece que tenemos a un líder valiente. Obama está luchando por una reforma sanitaria sin precedentes, y les ha dicho a los banqueros que no perjudiquen los esfuerzos que está haciendo el país por una economía más justa y sostenible, sino que se unan a ellos. No sé, ese tipo se las apaña por decir cosas sensatas, creíbles, es un buen líder. Y tú, ¿qué contemplas que pareces tan malhumorado?
-España.
-¿Algún líder interesante? ¿Lo tendremos por aquí algún día?
-No al presidente, desde luego, tal vez a un juez.
-¿Qué ha hecho? ¿Alguna hazaña contra nuevos molinos?
-Verás, Súper, la cosa en Europa es un poco diferente, y en España, más todavía. A ti todos te admiraban y te siguen queriendo en tu país, te animaban contra los malos porque sabían que eras noble y fuerte, entregado a los más débiles. Ellos te habrían seguido a cualquier lado. A mí me llamaron loco y me insultaron, eran otros tiempos, ya lo sé, pero los héroes en mi tierra son como gladiadores desnudos ante leones: la gente quiere ver como la bestia se come al luchador. Luego lo alabarán y criticarán a partes iguales, pero primero lo quieren ver destrozado para elevarlo a categoría de héroe. Ya ves, una tragedia griega pero a la española. En mi país, los que van detrás de ti no te salvarán del enemigo si saca la Kriptonita, qué va, allí te patean el culo, te animan a que seas su representante y te partas el cuello y el alma por ellos para luego dejarte sólo ante la catástrofe. Luego dirán de ti que te pasaste, que fuiste iracundo, problemático, demasiado impulsivo o abnegado. “Se lo estaba buscando”, dirán, y lo peor es que tienen razón.
-No te sigo –dijo Superman algo contrariado.
Don Quijote sonrió, aquel chico de Kansas era demasiado bueno para entenderlo.
-Tienen razón porque al final compruebas que todo el sacrificio que has hecho no ha merecido la pena. Tal vez a nivel individual puedas sentirte orgulloso de ti mismo, aunque con lo malparado que sales es dudoso. Quizás tus hijos y allegados te recuerden con admiración (aunque siempre dirá alguno que estabas loco, ido, o que eras un orgulloso irredento), pero poco más, al final te das cuenta de que has peleado para que después regresen a sus casas, a sus miedos, al “vivan las cadenas y muera la inteligencia”. Y tú habrás perdido tu vida y hacienda por semejante calaña. ¿No habría sido mejor quedarse en casa?
-Tú no lo hiciste. Luchaste, caíste y te volviste a levantar.
Alonso Quijano sonrió con tristeza.
-También el juez. Ha luchado contra el terrorismo, la corrupción política, los narcotraficantes, ha tocado a los rojos y a los azules, y hasta con los de fuera se ha atrevido.
-¿Y se han juntado todos sus enemigos contra él, se han agrupado para derrotarlo?
Aquí el gesto de Alonso Quijano se crispó.
-No, ha sido en la retaguardia, por aquellos que no hicieron lo mismo que él habiendo tenido las mismas oportunidades, incluso más, pero les faltó valentía, inteligencia y sensibilidad. Sus enemigos son sus iguales, los que juraron defender una sociedad y un país de los que se ríen todos los días. Flojos y endebles ante la injusticia cuando no auspiciadotes de la misma, ahora han cobrado energía e impulso para destrozarlo.
-¿Y los españoles? ¿Qué hacen?
-Muchos lo ayudan, algunos son incluso poderosos, pero él no tiene al país detrás como lo tendrías tú. Los azules lo odian y muchos de los rojos no se fían de él; en cuanto al resto contemplará al caballero sin espada batirse ante la bestia con las manos desnudas. Lo animarán, pero no bajarán a la arena a intimidar a la cobarde, vil y mezquina bestia. En España, Super, el héroe que no es un mártir, no es heroico.
-Entonces durarán poco y nadie querrá seguir su ejemplo.
Don Quijote sonrió.
-Castigan al bueno y benefician al vil; y luego me llamaban loco por desfacer entuertos y batirme contra molinos. ¿Quién es el loco, Super?