53. El pastor cabrón y la oveja hija de puta
Érase una vez un pastor muy cabrón que pastaba con su rebaño por los campos en busca del sosiego y la tranquilidad que da la naturaleza. En vez de alimentar a su grey, el pastor quería emular al poeta Miguel Hernández y leer a la sombra de un árbol de copa frondosa para luego enlazar versos y metáforas y escribir poemas picarones del tipo: “Y me la llevé el río creyendo que era mozuela, pero tenía pirulo y casi por poco me lo cuela”. Sin embargo, pronto se percató de que su camino no era el que deseó. Resultó que era alérgico al polen, a las plantas, a los insectos y a la naturaleza en sí misma, y a pesar de atiborrarse de rupafines y otros antihistamínicos se pasaba el día llorando y moqueando. El sufrimiento habría valido la pena si al menos el paisaje hubiera sido hermoso, pero para cuatro matorrales, dos boñigas secas y cientos de urbanizaciones y polígonos industriales abandonados en medio de hierbajos, su mundo ficticio se derrumbó.
Sin embargo, ya no cabía volver atrás, así que el pastor defendió a la numantina su decisión pastoril y siguió vagando por los campos y autovías nacionales, para alimento de su vena poética y tormento de su rebaño. Pero las ovejas estaban ya cansadas de tanto deambular sin rumbo: a las enloquecidas y arbitrarias marchas del poeta, se le añadían el hambre omnipresente, los atropellos de las autovías y los raptos al pasar por los poblados chabolistas. Así que una de las ovejas, la más valiente y brava de todas, se atrevió a reivindicar sus derechos frente al pastor.
“Oye, tú –terció la oveja-. ¿A ti te parece que es vida lo que nos estás dando? Mucho caminar, poca comida, ninguna agua y un calor que te mueres. A ver si te comportas como un auténtico profesional y nos alimentas adecuadamente, nos das de beber, nos esquilas cuando llegue el verano y nos recoges en establos cuando llueva o nieve. Ni siquiera has contratado a un encargado canino que ahuyente a los cuatreros y a los zoófilos. Vista la situación y si no la solucionas de inmediato, te abandonaremos por cualquiera de los granjeros que ahora aparecen en la tele en busca de parienta”.
El pastor se quedó pensativo ante la disertación; la oveja tenía razón y viendo en peligro su liderazgo y estatus optó por la decisión tradicional: se cargó a la oveja protestante y preparó unas chuletillas de cordero.
A la semana siguiente otra oveja más se le acercó, fruto de una nueva reunión ovejuna. “Mira, pastor, o sea, que vengo de buen rollo y tal, pero aquí mis colegas y yo pensamos que nuestra situación es perfectible, o sea, mejorable, y que a ver si nos tratas un poco mejor y nos das más comida y un poco de agua y todo eso, ¿vale? Que no hace falta que lo hagas ya, pero que lo vayas pensando, si eres tan amable”. Al pastor cabrón le gustó el cambio de actitud en la protesta, pero aun así le pareció demasiado subido de tono, como muy descarado, así que sin mediar palabra se cargó a la otra oveja.
El rebaño estaba ya cagado de miedo, de pastor poeta y desentendido había pasado al cabrón del pastor; se había convertido en un elemento peligroso. Planearon ajusticiarlo mientras dormía una noche, pero una tercera oveja se ofreció para negociar. En seguida sus compañeras la miraron con recelo. “¿Quieres que te mate a ti también?” Pero a pesar de las advertencias la oveja decidida marchó en pos de un tercer encuentro con el pastor.
“¿A que sé lo que me vienes a pedir? ¿Qué, queréis más derechos y mejor calidad de vida?”, le dijo el pastor mientras afilaba su cuchillo con la chaira. Pero la oveja le respondió: “Qué va. Me importan un huevo los derechos de mis compañeras, de hecho me dan igual sus condiciones de vida. Sólo me importan las mías, y, como mucho, las de algunas de mis allegadas y familiares. Así que te propongo un trato. Reconóceme como su representante, como su enlace sindical y así los dos saldremos ganando. A mí me darás de comer y beber todos los días, me esquilarás en verano y me guarecerás en invierno. A cambio yo te mantendré al rebaño callado y sumiso, te señalaré a los rebeldes para que los destroces y a los leales para que los aúpes. Y así montaremos entre tú y yo un sistema del copón para beneficio de ambos”.
El pastor cabrón se le quedó mirando muy serio y se preguntó cómo una idea tan buena como aquella no se le había ocurrido antes, así que aceptó y entre él y la oveja hija de puta llevaron a cabo lo prometido.
Moraleja. Si Esopo, Fedro y los clásicos recurrieron a la fábula y pasaron a la Historia a ver si yo no puedo recurrir a ella para entretenerte una semana más.
3 comentarios:
Pues lo has conseguido y superándote una vez más.Enhorabuena
Espero que sigas deleitándonos con tus inteligentes reflexiones todas las semanas.
Gracias, amig@s, la idea se me ocurrió porque cayó en mis manos unos de esos libritos que se leen en el colegio o en el instituto (Esopo y Fedro, Fábulas Morales) y me divirtió escribir una. El libro no es para leerlo del tirón (te aburrirías), pero unas cuantas páginas todos los días merecen la pena. Además, que el campo español es muy literario, pensad si no en El Quijote. Un abrazo.
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