41. El lobo y la doncella
Querida Sandra, como veo que últimamente no paran de lloverte las bullas y rapapolvos por tus notas, he decidido escribirte algo para animarte o para que lo tires a la papelera, tú misma. El otro día, cuando Bea te daba clases y tú le decías que desconocías quién era Franco, se me ocurrió contarte un cuento. Ya sé que tienes 14 años y yo ando camino de los 32, no sé, no somos amigos ni familia, sólo soy el novio de tu profesora, pero ahí va eso por si te sirve de algo.
Existió una vez en un país no tan lejano una doncella de 14 años que se pintaba la raya del ojo, que quería ser la más popular de todas las chicas de la corte y no trabajar demasiado para no cansarse. Soñaba con un príncipe y conoció a uno que lo parecía, un buen chico. Sin embargo a la doncella le llovían las críticas. Su madre le reñía por las notas, sus profesores también andaban malhumorados, y su profesora Beatriz le insistía todas las semanas en que estudiara. La doncella pasaba de todos. No estudiaba, no avisaba cuando tenía exámenes y soñaba con un futuro prometedor, con su amado junto a ella y sin tener que pegar ni chapa para ganarse la vida. No estaba mal: tenía amigas, un grupito con el que salir y aunque no le gustaba que le dijeran lo que tenía que hacer, en realidad hacía casi todo lo que le daba la gana. Pasaron unos años y la vida sonrió aún más a la doncella, porque ya no era obligatorio que estudiara, y si no estudiaba cuando debía, ahora que no hacía falta dejó los libros definitivamente. Para matar el tiempo se metió en algún curso al que no iba, y siguió con su amado y sus amigas, algunas de ellas ya más ocupadas con sus estudios, pero la cosa parecía ir bien. El problema empezó cuando pasó un poco más de tiempo y nuestra doncella se acercaba a los 20, y descubrió que su amado ya no era tan guay, que sus viejas amigas ya no la frecuentaban y que se aburría como una ostra en casa. Alguien de la familia o un vecino le buscó un trabajo, pero como no tenía formación, debió conformarse con los curros peor pagados. Además, ya no podía ponerse mala para evitar sus obligaciones, porque el curro no era igual que el colegio y te podían echar con facilidad. Y si le sumas que tenía que levantarse temprano, aguantar a jefes y jefas inmisericordes y a compañeros peores, la vida ya no era tan bonita. Así que nuestra doncella se cansó, le dijo a su madre que iba a volver a estudiar y que dejaba el trabajo de la pocilga. Y el caso es que la madre la creyó, y su familia también, aunque sospechaban que sólo quería ganar tiempo. Y así fue, porque nuestra doncella quiso recuperar la vida de estudiante sin estudiar, levantarse tarde, vivir sin trabajar, llevar una vida de sueño y aburrimiento. Pero miró alrededor y se encontró un poco más sola que antes. El príncipe había desaparecido, se había ido con otra; sus amigas ya no lo eran, salían con nuevos grupos… y comenzó a verse demasiado mayor para volver a la seguridad del instituto, de la mochila, de las riñas del profesor. Y tuvo que volver a trabajar, pero ahora ya conocía cómo era el curro y no le gustaba, y empezó a disgustarle su vida. Ella que creyó que iba a ser mejor que su padre y su madre se encontró con que ni siquiera podía igualarlos, pero lo que más le molestaba era que otros sí lo habían conseguido. La vida ya no era tan guay. La doncella terminó quedándose embarazada y creyó encontrar la paz durante unos meses, pero luego la cosa se jodió un poco más, porque después de parir se encontró con que, además de su boca, tenía que alimentar a otra más.
Y el cuento continúa, Sandra, y a lo mejor la cosa mejora o empeora, pero eso yo no te lo voy a contar. Tal vez piensas que la doncella del cuento eres tú, pero no es así, te lo juro, sólo es un personaje de ficción que tiene la misma actitud hacia la vida que tú: el pasotismo. Ya ves, princesa, la vida es bastante más cabrona de lo que parece. A lo mejor has echado de menos al lobo del cuento, porque no lo he nombrado ni una sola vez. No hacía falta, cariño, estaba presente. El lobo es un jefe tóxico y esclavista, un compañero traidor, un sueldo de mierda y una panda de golfos y golfas que van aprovecharse de ti todo lo que tú les dejes y más. Quizás los estudios no te salven de todo eso, pero una actitud luchadora evitará que te deprimas, que tires la toalla nada más empezar: te caerás igualmente, pero aprenderás a levantarte mejor. No lo olvides, lee esto de vez en cuando si te aburres, porque el lobo no va a olvidarte. Entiéndeme, ni siquiera sabrá tus apellidos, pero le encanta la gente pasota, los que no luchan, los que mienten creyendo que engañan a todos sin conseguirlo. Eres carne de cañón, pequeña, una futura víctima del sistema. Pero lo mejor de todo es que puedes evitarlo. Lucha, pelea, fórmate. Y quiérete mucho, Sandra, recuerda que tu vida es tuya sólo si peleas por ella.
Un abrazo.
4 comentarios:
Vaya tela Ricardo, me encanta tu version del "cachete a ver si espabilas" a esta elementa en particular y a una generacion perdida en general que no sabe hablar, expresarse, escribir practicamente y ya pensar en algo que no sea vestirse como el resto del ganado o pasear interminablemente en la scooter tuneada. Se ha conformado un nucleo de poblacion de ignorantes y carne de cañon en la que apoyarnos para no hundirnos demasiado en la mierda que da miedo, la masa descerebrada... me dan escalofrios pensando en lo mucho que se parecen a los ataques zombies que tanto predico... mas vale que espabilen y como cantaban los DefConDos: piensa y que no te cojan!!!
Hola Sandra,
Ojalá leyeras esto!
¿Sabes de que te sirve el 80% de palabras que memorizas para aprobar un examen y que al día siguiente olvidas?
Pues para NADA, sinceramente para NADA.
¿Por qué tienes que estudiarlo? ¿Sabes por qué los bebes empiezan a andar a partir de los 12 meses y no de los 3 años?
Para que su musculatura se desarrolle adecuadamente y tenga unos músculos y unos huesos fuertes que le ayuden a caminar, correr, bailar y un largo etc para el resto de su vida.
El cerebro no es un músculo, pero hay que ejercitarlo igualmente para que mañana no te engañen (al menos no demasiado), para que no te manipulen (o no demasiado) y un largo etc. Créeme si no entrenas tu cerebro ahora, mañana será tarde. Siéntate un rato cada tarde como si fueras a entrenarte para una carrera, o para un baile que te guste, piensa que no estás estudiando para un examen, sino que estás entrenando tu cerebro, es el mejor regalo que te puedes hacer. Y digo que te puedes hacer, no compensas a tus padres ni a nadie tanto como a ti. Ánimo Sandra!, todavía estas a tiempo.
Hola, Malacero, hola, Anónimo, gracias por vuestros comentarios. Tengo que deciros que el artículo ya ha sido entregado a su destinataria, aún me falta por conocer sus impresiones. Tu reflexión sobre el ataque zombi, Malacero, es acertadísima, aunque creo que una turba iletrada y violenta puede ser mucho más letal que un millón de muertos vivientes. En cuanto a tu comentario, Anónimo, me ha gustado tanto que se lo haré llegar a nuestra querida protagonista: ¡qué excelente motivación! Eso sí, no sé si querrá aceptarlo... de hecho este artículo es, probablemente, el que más me ha hecho dudar. Si hubiera sido mi hija o alguien muy cercano lo habría escrito sin vacilación, pero al tratarse de una persona algo más lejana… ¿tenía derecho realmente a plantearle dudas razonables sobre su comportamiento, afearle su pasotismo? La respuesta la encontré escrita en la última columna de Pérez-Reverte (hablaba sobre otro tema, obviamente, pero reflexionaba sobre el tipo que señala con el dedo y dice “así no”). Venía a decir que uno escribe lo que escribe para no sentirse totalmente cómplice. Si mañana una turba de zombis iletrados dirigidos por los golfos de siempre embisten y destrozan la convivencia, la paz, los derechos civiles y laborales de la sociedad en la que vivo, podré pensar que al menos una vez hice algo para impedirlo. Un abrazo.
Pues eso mismo: sin dudas, ¿o no echarías una cuerda a un desconocido que se hunde a tu lado? si hoy no se siente alagada por dedicarle tu columna semanal, algún día se sentirá.
Un beso
Publicar un comentario